DesdeMursmansk hasta Persia, la gran ofensiva
Stalingrado marcó el fin de los triunfos alemanes en Rusia. La derrota que allí sufrieron sus ejércitos se hizo sentir en toda su organización bélica: centenares de aviones, tanques, equipos de todas clases y millares de hombres, todo cayó en poder de los rusos o fue destrozado. El avance hacia el Cáucaso había sido detenido. A partir de ese momento, como si estimulada por la victoria, la reacción rusa alcanzó enorme intensidad.
En todos los frentes comenzaron movimientos simultáneos. Desde Murmansk hasta Persia, a lo largo de miles de kilómetros, las tropas rusas, que habían recibido de sus aliados ingente ayuda do armamentos, ropas y alimentos, comenzaron a avanzar. El sueño de Hitler de ocupar el Cáucaso y disponer de sus minerales y su petróleo se desvanecía. Poseía a Ucrania y nada pudo aprovechar de esas feraces praderas, pues la política de tierra arrasada las había vuelto estériles por bastante tiempo. Además, las guerrillas y el sabotaje hacían inestables las conquistas alemanas. Tal era la situación del frente cuando, aprovechando las ventajas del crudo invierno de su país, los rusos iniciaron su gran ofensiva.
Casi tan rápida como había sido el avance, fue la retirada alemana en Rusia. Leningrado, que soportaba el asedio germano desde la iniciación de las operaciones y era el muro que contenía sus esfuerzos por avanzar en el corazón de la Rusia europea, se vio libre del cerco. Los primeros movimientos dejaron expedita la comunicación de la ciudad con el resto del país. Aislados desde hacía casi dos años, sin más vínculos que la radiotelefonía y algunas patrullas que burlaban el cerco, los habitantes de Leningrado se encontraban en un estado de gran postración. La liberación de este centro precipitó la caída de las líneas germanas en el Báltico.
Al mismo tiempo, los rusos desarrollaban otra ofensiva en el Sur. Orel y Kharkov eran los objetivos principales. De estas dos ciudades, la segunda había cambiado varias veces de mano; finalmente en poder de los alemanes, era una cuña que desorganizaba todo el sistema soviético de transportes. Por ello, la reconquista de Orel y principalmente de Kharkov señaló el fin de la amenaza sobre el Cáucaso, al mismo tiempo que abría el camino hacia la reconquista de Ucrania. Los rusos volvían a recorrer en su avance los caminos por donde retrocedieran y llevaban como lema la frase de su jefe Stalin: Hasta Berlín.
El ritmo de la ofensiva soviética se convirtió en alud. Asegurada la reconquista de Kharkov, el avance continuó a todo lo largo del frente hasta Sebastopol. Sobre el Mar Negro, flanco abierto para la conquista del petróleo de Bakú, se trabó reñida lucha. La suerte de las armas fue por varios días indecisa, pero el empuje de la caballería cosaca, cuya acción en las extensas llanuras no había cedido por entero a las tropas mecanizadas, decidió el éxito: Sebastopol fue recuperada. Desde ese momento el avance, hasta llegar al límite de las antiguas fronteras rusas, siguió con ritmo cada vez más intenso.
En 1945 la atención del mundo se volcó en el suelo de Francia. El objetivo aliado era el cruce del Rin y la entrada en Alemania. La campaña rusa parecía alejada del territorio alemán propiamente dicho. Después de llegar a sus fronteras, habían marchado sobre Europa Central y los Balcanes; el enemigo fue desalojado de Hungría, Bulgaria, Rumania y Yugoslavia, en este país con ayuda de los guerrilleros. El avance soviético en Polonia se había detenido en Varsovia, que los alemanes defendían aún con tenacidad.
Cuando comenzaron los avances angloestadounidenses en Francia, pareció despertarse un sentimiento de emulación en el comando soviético. Varsovia fue liberada y las tropas rusas marcharon sobre Prusia oriental, penetraron en Checoslovaquia y, cruzando la frontera con Austria, marcharon sobre Viena. Un circulo de fuego se cerraba en torno de Alemania: por un lado, los rusos; por el otro, los angloestadounidenses. El sueño de la supremacía universal de Hitler se convertía en desesperada lucha por el propio país. Prusia y Silesia estaban en poder de los primeros, y los segundos se precipitaban sobre el Rin.
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