Un viaje incómodo por las abruptas sendas del país del rey dragón


Una excursión por Bután, la tierra del Rey Dragón, es aún hoy una empresa plena de fatiga e incomodidad, pues no es posible internarse en el país en automóvil por no existir carreteras, y sí tan sólo caminos de herradura. En los últimos años se inició la construcción de la primera carretera, de casi 200 kilómetros de extensión, que unirá la capital, Paro, con el interior del país.

A las circunstancias apuntadas se une la condición escarpada del suelo; altas cumbres nevadas del sistema del Himalaya se elevan en Bután, de tal modo que la mayor parte de los 50.000 km2 de su área territorial es zona montañosa. El pico de máxima elevación es el Chumalhari, que pasa los 7.300 metros.

Bután fue Doblado en época remotísima por los balvas, pueblo que en el siglo ix fue invadido y dominado por drukpas del Tíbet, guerreros de estupenda estampa y vigoroso continente, cuyas trazas físicas han heredado los altos y robustos butaneses modernos. Cuando Gran Bretaña completó su dominación militar de la India, llegó el turno a Bután de afrontar la agresión; nada pudo contra la fuerza y se vio obligado a aceptar el protectorado británico, que se mantuvo hasta 1949, año en que a raíz de la independencia hindú, los ingleses abandonaron la península y la India tomó a su cargo las relaciones exteriores de Bután. La esclavitud existió en el país del Rey Dragón, como se llama al soberano butanés, hasta años después del comienzo de la segunda mitad del siglo xx: en efecto, sólo durante el año 1953 fueron liberados varios millares de esclavos.

Los butaneses viven casi exclusivamente del trabajo de la tierra y de la crianza de animales, entre los cuales se halla en lugar preponderante el famoso pony de Bután, caballito de tan escasa alzada como gran resistencia.

Como las lluvias son sumamente abundantes, la vegetación es eminentemente subtropical; los bosques, algunos de ellos casi impenetrables, están poblados por animales salvajes: tigres, leopardos, rinocerontes y elefantes. Los cazadores de ejemplares vivos para los zoológicos de todo el mundo visitan frecuentemente los bosques de Bután.

Aunque circula en el país la rupia india, el trueque de especies en las ferias y mercados es más común que el empleo de aquella moneda.

Las características primitivas de su vida hacen del pequeño país enclavado entre la India y el Tíbet uno de los últimos rincones exóticos de nuestro cambiante mundo.