Los edificios más famosos de Londres compiten con los de otras capitales


Con todo, existen en Londres lugares cuya magnificencia puede parangonarse con los más celebrados de las grandes ciudades del continente, Roma o París. Así, se ha de mencionar el famosísimo edificio del Parlamento, palacio de estilo gótico que cubre una superficie mayor que tres hectáreas. En él se reúnen las Cámaras de los Comunes y de los Lores. En lo alto de la torre de San Esteban, al norte del palacio, se halla uno de los relojes más famosos del mundo, el Big Ben, o gran Benjamín, así llamado tradicionalmente en recuerdo de sir Benjamín Hall, que fuera director de los trabajos de erección. La Cámara de los Pares ha sido ricamente decorada, y las estatuas de los barones que impusieron al rey Juan la Carta Magna presiden desde imponentes nichos el recinto. La de los Comunes fue destruida por bombardeos en 1943 y reconstruida en 1951.

También el palacio real, llamado de Buckingham, donde residen sus majestades, figura entre los notables monumentos londinenses. Se halla emplazado en el parque Saint James. La sala del trono es un imponente recinto de más de veinte metros de largo, magníficamente decorado por bajorrelieves de mármol que representan escenas de la historia inglesa.

Pero el edificio más famoso de la ciudad, y no precisamente por sus bellas líneas, es el de la Torre de Londres, donde la tradición quiere que se hayan llevado a cabo escenas terribles de la historia inglesa. La Torre de Londres constituye un conjunto de fortificaciones y edificios amurallados que sirvió de prisión de Estado. Se alza en la margen izquierda del río Támesis. Hoy la Torre de Londres sirve de “caja fuerte” a las joyas de la Corona, que se hallan en exposición al público curioso. También se ha instalado en ella el más completo museo de armas que existe en Inglaterra, y posiblemente en el mundo: la Real Armería. Allí contemplamos las armaduras de los caballeros de la época del rey Arturo, los mosquetes y arcabuces del siglo xvi, y todo ello, unido a la sugestión que trascienden los viejos muros pétreos, nos transporta a aquellos lejanos días en que todo ese hierro se agitaba en manos de furiosos combatientes.

La abadía de Westminster, milenario testigo de las vicisitudes del pueblo inglés, es considerada el panteón nacional inglés. En su seno se hallan sepultados soberanos, artistas, sabios, filósofos y estadistas a quienes sus contemporáneos juzgaron dignos de esa suprema exaltación, y el Soldado Desconocido. En ella han sido coronados los monarcas británicos que se han sucedido en el trono desde Guillermo el Conquistador (1066).

La catedral de San Pablo, el templo cristiano mayor del mundo después de San Pedro, de Roma, y del Duomo de Milán, es una imponente estructura construida hace tres siglos; etapa incluida en los itinerarios de todos los viajeros que visitan a Londres, la catedral es también panteón nacional, pues en ella reposan Wellington y Nelson, entre otros prohombres igualmente famosos,

Londres sufrió durante la segunda Guerra Mundial graves daños por los bombardeos a que la sometió la aviación alemana; más de un millón de edificios fueron entonces destruidos, tanto en la zona central cuanto en los aledaños. La reconstrucción ha cambiado, en muchos casos, el aspecto de barrios de secular tradición, y ha permitido la apertura de avenidas donde antes, a duras penas, transitábase por callejuelas laberínticas. Así ocurrió, sobre todo, con el East End y con los barrios del sur del Támesis próximos a Waterloo. No es la primera vez que un siniestro concurre a remodelar y modernizar la vieja Londres: así, en 1666, el incendio que destruyó una gran extensión de edificación urbana, casi completamente erigida en madera, posibilitó levantar edificios más seguros, aunque en general se conservó el trazado de las calles existentes.