Las viejas plazas, parques y paseos de Londres, lugares bellos y tradicionales
Entre las plazas de Londres, posiblemente sea la de Trafalgar la más famosa. En ella se alza la columna en honor del almirante Nelson, de 45 metros de altura, coronada por una estatua del prócer inglés, de 5 metros. En el basamento de aquélla se hallan los notables leones de bronce que son el motivo ineludible de cuanta nota fotográfica tome el turista en dicho lugar. Esta plaza es uno de los más amplios espacios libres con que cuenta la capital inglesa, por lo que resulta lógico que sea escenario de las grandes celebraciones nacionales. En Trafalgar escuchó el pueblo británico el anuncio oficial del fin de la última guerra, y allí mismo lo festejó.
La plaza de Picadilly, llamada por los ingleses Picadilly Circus, es otro de los lugares típicos de Londres y punto de partida de la calle del mismo nombre. Una de las más antiguas es la de Berkeley, rodeada por edificación del siglo XVIII, que le da un carácter tal que, si no fuera por los automóviles y los letreros luminosos, nos creeríamos transportados a la vida de otros días.
Londres ha sido llamada la ciudad más fea del mundo; evidentemente, ella no reúne el encanto de París, ni la eterna sugestión de Roma. Empero, esta gigantesca urbe, que aloja a más de ocho millones de personas, se ha transformado notablemente en los últimos años, y en ella han surgido también manifestaciones edilicias que responden a la nueva escuela arquitectónica. Renuncia así un tanto a su espíritu tradicionalista, conservador, para adoptar nuevas formas a las que, sin embargo, marca con su influjo poderoso de ciudad milenaria.
Esta grandiosa ciudad posee uno de los museos más grandes e importantes del mundo: el Museo Británico. Se halla en los terrenos que pertenecen a la Universidad de Londres. Su biblioteca sufrió daños durante la segunda Guerra Mundial, cuando las bombas incendiarias destruyeron varios millares de ejemplares. Empero, más de 5.000.000 de libros se hallan registrados en sus ficheros y alineados en sus estantes.
Frente al Británico se encuentra el Museo de "Victoria y Alberto, dedicado con preferencia a las artes plásticas, donde pueden verse importantísimas colecciones artísticas, incluso una serie completa de cartones de Rafael y de obras de arte japonés, chino e hindú. También cuentan los londinenses con un Museo de Ciencias, próximo a los anteriores, que posee secciones destinadas a la ingeniería mecánica e industrial, al transporte y todas las ramas de la ciencia moderna incluida la astrofísica. Pero la institución cultural que más enorgullece a los londinenses, y a todo inglés, después del Museo Británico, es la Galería Nacional de Retratos, que comenzó a formarse en 1856. Existen además numerosas galerías y pinacotecas constituidas por el esfuerzo privado, y que han pasado luego al acervo de la comunidad británica gracias a la munificencia de generosos donantes.
Piccadilly Circus es la zona de los teatros y grandes cinematógrafos y salones de concierto. Se alzan allí el Haymarket, meta dorada de los grandes comediantes de habla inglesa, a cuyo escenario sólo llegan aquellos actores de justificada nombradía. La ópera tiene su más importante y distinguido escenario en el Covent Garden, así como los grandes maestros de la batuta aspiran a dirigir la Filarmónica de Londres en el Royal Albert Hall.
Los parques londinenses, pese a la gran extensión de muchos de ellos, apenas pueden dar a la enorme masa de población que agrupa la gran ciudad, el lugar de descanso y oxigenación imprescindible. Tal vez el más famoso es el Hyde Park, donde el transeúnte tendrá ocasión de oír a predicadores y charlatanes de todo carácter: políticos, religiosos, críticos y simples vociferadores, que alzan su tribuna sobre un cajoncito de madera y, sin más ni más, lanzan sus discursos sobre quienes tienen paciencia y tiempo para oírlos. Entretanto, los niños corretean y juegan sin descanso por la mullida alfombra de césped, o colocan sus barquichuelos en las serenas aguas de los estanques, bajo la atenta mirada de los cuidadores que velan por su seguridad. Mas allá un grupo de muchachos mayores lanzan al espacio acromodelos de esbeltas líneas y contemplan sus evoluciones con el orgullo universal que todo padre siente de su criatura. La escena se repite en el Saint James Park, en el Regent's, en el Richmond, Bushey y Greenwich, y en todos los parques y plazoletas provistas de árboles.
Pero donde en verdad apreciamos el vertiginoso ritmo de la vida londinense es en sus estaciones de ferrocarril, a las que acude diariamente a tomar los trenes que parten cada minuto para los barrios próximos, una multitud atareada y afanosa. Entre ellas, la estación de Charing Cross es tal vez el sitio de más animado tránsito de todo el mundo, excluida la zona del Bank, en la misma Londres, por la que se calcula que cada día transitan más de un millón de personas y pasan veinte vehículos de transporte colectivo cada minuto.
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