Cómo los feroces daneses cayeron sobre Inglaterra; reinado de Alfredo el Grande
A fines del siglo viii y principios del ix hicieron irrupción en sus costas nuevas bandas de piratas. Eran éstos más rudos y feroces que las tribus sajonas de tres siglos atrás, y tenían su patria en los llanos de Dinamarca y Suecia y a lo largo de la sinuosa costa de Noruega. Todos eran de una raza: daneses, normandos u Lombres del Norte; vikingos, u hombres de los fiordos y ensenadas.
En medio de tanto horror vino a regir los destinos del país, en la segunda mitad del siglo ix, el noble rey inglés Alfredo el Grande, el Veraz, el Prudente, que acusado por los daneses, viose obligado a huir de ellos y a ocultarse.
Es digna de mención, por la astucia y el valor que revela y por su trascendencia histórica, la estratagema de que Alfredo se valió para enterarse de los planes enemigos, pues solo, disfrazado de bardo y provisto de un arpa, fue al campamento danés, donde se congració con los soldados y permaneció el tiempo suficiente para enterarse de todo. Así alcanzó luego sobre los fieros normandos un decisivo triunfo, y el tratado de paz que siguió fue duradero.
No tardó mucho Alfredo en lograr que su reino fuese más fuerte. Reorganizó su ejército y construyó fortalezas; gobernó asesorado por una asamblea de notables, semejante en cierto modo al Parlamento actual, e hizo venir de otros países hombres instruidos que escribieron, tradujeron y enseñaron todo cuanto les fue dable.
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