El gran deseo del pueblo por la unidad de Alemania
Deseaba el pueblo parlamentos en los que estuvieran realmente representadas todas las clases sociales; deseaba juzgados públicos y la intervención de jurados en los veredictos; libertad de imprenta, libertad de palabra, y, sobre todo, religiosa. Poco a poco, durante los años que siguieron a aquella asamblea reformadora en Viena, los partidarios de la libertad consiguieron lo que deseaban. Las revoluciones de Francia, durante este tiempo, especialmente la de 1848, tuvieron gran influencia en Alemania; muchos de los gobernantes, por temor de ser depuestos del poder, como Luis Felipe, concedieron a sus pueblos lo que se les solicitaba.
Otro fuerte deseo, además del ansia por la libertad, operaba en los espíritus durante todos estos años, y era un creciente anhelo por la unidad, por la reunión de los Estados de habla alemana, para que pudieran presentar un solo frente poderoso ante el resto del mundo, especialmente en tiempos de guerra y de calamidades. Los esfuerzos mismos que Napoleón había hecho por aplastar la poca unión que la antigua Alemania poseía, habían contribuido a darle nueva vida, porque ¿qué cosa une más a una familia que la existencia de una aflicción común, o el anhelo de trabajar juntos con una misma mira?
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