Atravesando las montañas rocosas hacia la Columbia Británica
El ferrocarril, en su punto más elevado, alcanza una altura de 1.500 metros, y por encima de él todavía se alzan los picos y ventisqueros de las Rocosas más altas, a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar. Hay que atravesar tres cordilleras. A menudo se quedan pasajeros para poder admirar detenidamente este espléndido panorama, pues se encuentran allí magníficos hoteles y un inmenso parque nacional de 42 kilómetros de largo por 16 de ancho.
Pero nuestro viaje toca a su fin, y el tren, que corre veloz por el valle del Fraser, se detiene por último en Vancouver, al extremo de la línea, en el Pacífico, la ciudad más importante de la gran provincia occidental de la Columbia Británica. Esta montañosa provincia tiene un área de más de 926.000 kilómetros cuadrados. Desde que el ferrocarril la enlazó con el Este, ha ido a habitar allí mucha gente, con lo cual la ciudad ha desarrollado incesantemente su comercio. Las riquezas naturales son muchas y diversas: carbón y otros minerales en las montañas; pescado, especialmente salmón, en los ríos y en los freos. En sus bosques crecen los famosos abetos llamados Douglas, que a menudo alcanzan alturas de 90 metros. En las estancias se cosecha toda clase de fruta, especialmente peras, a cuya exportación destina anualmente esta parte del Canadá grandes cantidades.
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