La batalla de Lepanto, el poderío naval de España y la armada invencible
Durante el reinado de Felipe II, España desarrolló un extraordinario impulso marítimo, al punto de conquistar el dominio del Mediterráneo, batiendo don Juan de Austria a la poderosa flota musulmana en la inolvidable batalla de Lepanto.
Parece imposible que casi sin dinero y con gran dificultad para reunir soldados bajo bandera, pudiese España luchar no solamente contra franceses, flamencos e ingleses, sino también contra la Media Luna, a cuyas piraterías había que poner coto.
Gloriosas fueron las campañas que en esta noble empresa desenvolvió don Alvaro Bazán, marqués de Santa Cruz, ilustre marino español a cuyo valor y pericia se debieron la toma de la isla de los Gelbes, el socorro de Oran y Mazalquivir, la presa del peñón de la Gomera y el bloqueo de la ciudad de Tetuán.
Pero la acción naval que cubrió a España de gloria, por ser la salvación de la cristiandad el premio del titánico esfuerzo, fue la batalla de Lepanto, dada por la flota hispánica bajo el comando de don Juan de Austria, asesorado por el marqués de Santa Cruz.
Formada la alianza entre el papa Pío V, los caballeros de Malta, Venecia y España, reunióse contra la escuadra del sultán Selim II una flota de 300 navíos, de los cuales casi las dos terceras partes eran españoles. El más espléndido triunfo coronó el esfuerzo, cuando el 7 de octubre de 1571 chocaron ambas fuerzas frente a Lepanto, lugar sobre la orilla nor-oriental del golfo de Corinto, en Grecia. Cayeron más de 30.000 enemigos, hiciéronse 10.000 prisioneros y se rescataron 12.000 cristianos condenados a galera. Se apresaron 130 naves otomanas, y medio centenar fueron hundidas; el poderío naval del Sultán quedó destruido.
En cambio, la llamada Armada Invencible, enviada por Felipe II contra Inglaterra en 1588, sufrió el más pavoroso revés, aunque más por fuerza de los elementos que del enemigo; baste decir que de 130 naves sólo retornaron 53 al puerto de Santander; buena parte del fracaso recae también, al parecer, en la ineptitud del comandante de la flota, duque de Medina Sidonia, que reemplazó a Alvaro Bazán, nombrado originariamente para cumplir la misión, y fallecido casi en las vísperas de la partida.
Otro acontecimiento bélico de importancia, durante el reinado del Rey Prudente, fue la conquista de Portugal, consumada en brevísimo lapso, pese al auxilio que ingleses y franceses prestaron a los rebeldes lusitanos en las islas Terceras.
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