Una región donde los hombres navegan en lagos de agua hirviendo


La parte sur de la provincia de Auckland la ocupa la región de las fuentes termales. En Nueva Zelanda, en esta admirable altiplanicie, coronada de montañas volcánicas con muchos lagos en sus llanuras, hay miles de fuentes de agua en ebullición que salen del suelo y de las rocas subterráneas ardientes. Algunas veces brotan con tanta fuerza que se elevan como un gran surtidor a una altura de 30 metros; en otros sitios hay nubes de vapor procedentes de manantiales más pequeños, entre los cuales se han edificado poblaciones maoríes. Los naturales del país no necesitan encender fuego; la comida se cuece sobre los agujeros por los que escapa el vapor; los muchachos se bañan en los estanques de agua agradablemente caliente. Los turistas y los enfermos van a estos manantiales donde se verifican no pocas curaciones, y desde los cuales disfrutan los viajeros no menos de un panorama magnífico que de las danzas y cantos de las jóvenes maoríes.

Suena a aventura navegar en un lago de agua hirviente, pero esto es lo que centenares de viajeros hacen cada verano en el lago celebrado como el más curioso del mundo: el Rotomahana, expresión maorí que significa “Lago caliente”. Cerca de este lago la comarca fue, hace años, anegada por torrentes de lodo y ceniza; muchas rocas, y gran parte de la tierra, están coloreadas por las sustancias arrojadas por las fuentes, y el rico verde de los helechos y musgos, y frondosos arbustos, visto a través del diáfano velo del vapor, convierte los campos en una especie de tierra encantada.

La ciudad de Wellington es la capital de Nueva Zelanda, y tiene su puerto, el más animado de este Estado, en el estrecho de Cook. Posee hermosos edificios públicos, en uno de los cuales se reúne, durante seis meses, el Parlamento. Las mujeres lo mismo que los hombres, los maoríes de igual manera que los otros, tienen voto para elegir sus respectivos miembros del Parlamento; puede decirse de Nueva Zelanda que la gran masa del pueblo interviene en los asuntos de la nación. Tienen pensiones para la vejez; y los ferrocarriles, telégrafos y teléfonos son administrados por el Estado para el bienestar y prosperidad del país.