Las ciudades en las proximidades del río que nace en la Selva Negra
En la Selva Negra nace el Danubio, cuyo tramo superior recorre la provincia de Wurtemberg, país montañoso, dedicado en parte a la agricultura. Al llegar a Ulm, el Danubio se desliza ya por la antigua Baviera, y en sus orillas y en las de sus tributarios comienzan a aparecer numerosas ciudades de alguna importancia.
Bañada por el Isar se halla Munich, otrora capital del reino de Baviera, y la tercera ciudad, en orden de importancia, de la Alemania anterior a 1945. Centro cultural, comercial e industrial, Munich fue también, durante la época hitlerista, llamada capital del movimiento nacional-socialista, por haber sido teatro de los acontecimientos de 1923, que marcaron el comienzo de la actividad de aquel partido. Por tal motivo, Hitler ordenó erigir en Munich varios monumentos, edificios de carácter colosal, que se agregaron a los que ya poseía la ciudad desde los días del rey Luis I de Baviera, quien se preocupó notablemente por hacer de Munich una bella ciudad y ordenó la construcción de la famosa Gliptoteca y de las pinacotecas Antigua y Moderna. También al desgraciado soberano se debe el trazado de la Ludwigstrasse, la más concurrida y aristocrática vía, a lo largo de la cual se alzan los edificios más imponentes. Munich fue también blanco de bombas aliadas, pues era entonces, durante la segunda Guerra Mundial, sede de algunas importantes industrias pesadas. Hoy los habitantes de Munich han tornado a sus labores, y nuevamente salen de sus fábricas aparatos eléctricos, ópticos y de precisión; productos químicos, litografías y, especialmente, cerveza, con razón considerada, tanto por los mismos alemanes como por los extranjeros que la prueban, la mejor del mundo.
Mucho de notable hay también en Ratisbona, llamada también Regensburg, la llave del Danubio a causa de la posición que ocupa. En sus inmediaciones hanse librado encarnizados combates, desde la época de la dominación romana hasta la del emperador Napoleón. Siete veces fue sitiada, pero se recuerda el asedio de 1809 por el Gran Corso como uno de los más terribles. Empero, ninguna de esas peripecias podrá nunca compararse con lo que sufrió durante la segunda Guerra Mundial, pues en sus alrededores se levantaban importantes industrias aeronáuticas, y ello la convertía en un objetivo de vital importancia para las fuerzas aéreas enemigas. A pesar de ello, la ciudad no experimentó, comparativamente con otras de Alemania, grandes daños. Muchos edificios históricos medievales lograron incluso salir casi indemnes del mortal peligro, entre ellos el de la catedral, que data de la decimotercera centuria. En Ratisbona se alza el famoso Templo de la Fama, o Walhalla, cuya erección fue dispuesta por el rey Luis I hacia 1830. Es una bella construcción en mármol, trazada según el modelo del Partenón ático. En el interior del templo se han reunido los bustos en mármol de todos aquellos alemanes que, a través de los siglos, han concurrido a dar gloria a la patria. En la fachada del norte se ha esculpido un motivo inspirado en la batalla que Hermán ganó a los romanos, y en la del sur, se ve a Alemania reconquistando su libertad después de la batalla de Leipzig.
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