A qué se parece el cerebro sencillo de una abeja o una avispa
Todo esto es muy importante, porque demuestra que, así como un gas está formado de átomos, así también nuestro cuerpo está constituido por células, y también el sistema nervioso está formado de unidades, que son asimismo células, y, si bien estas células son de una clase muy especial y producen fibras, que pueden llegar hasta muy lejos del cuerpo celular, sin embargo, cada célula permanece inalterable como una unidad.
En los animales más sencillos de cuantos presentan células nerviosas y nervios, el número de tales unidades es muy escaso y la disposición de todo el sistema muy simple. Las células sólo están dispuestas para llevar sencillamente sensaciones desde el exterior hasta el interior; pero, a medida que avanzamos en la escala animal, vemos que las células nerviosas y los nervios van haciéndose cada vez más numerosos. Muy a menudo, por conveniencias del organismo, gran número de células se reúnen en grupos más o menos globulosos, los ganglios nerviosos, cada uno de los cuales es un centro, con seguridad, algo muy semejante a una estación intermedia en una red telefónica.
Cuando estos grupos de células nerviosas se hacen muy grandes, llegan a constituir un centro, al que no podemos dar otro nombre que el de cerebro; y tales son los cerebros de una abeja o de una avispa, por ejemplo. La disposición general de células y fibras nerviosas se llama, en su conjunto, sistema nervioso.
Al aparecer las primeras vértebras, cierto número de éstas se desarrollaron alrededor de fibras y células nerviosas, cuya residencia quedó desde luego establecida en el interior de las referidas vértebras. El antiguo sistema nervioso, tal como el que presentan los insectos, persistió, sin embargo, estableciéndose gran número de mutuas comunicaciones entre el antiguo y el nuevo sistema nervioso.
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