¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA?


Las percepciones, juicios y raciocinios nuestros están construidos sobre la base de nuestras sensaciones y de la memoria. Cuando vemos una silla y sabemos que es una silla, tal conocimiento recibe el nombre de percepción, que quiere decir: cosa percibida, conocida. El cerebro es el que construye la percepción teniendo por base el estimulo que recibieron nuestros sentidos, aprovecha esas percepciones reuniéndolas, comparándolas, para formar los juicios. La unión de dos o más juicios es el raciocinio, y éste, ayudado por la imaginación y la memoria, constituye la inteligencia. Todos los hombros están dotados de inteligencia, pero en distinto grado; en unos, sus alcances son más limitados, en otros, mayores que los del común do los individuos de su época, y éstos son los talentos. Por último, hay unos pocos elegidos, cuyo restringido número hace que no en todas las épocas aparezcan, y que son los genios. A ellos el raciocinio, aliado con una imaginación poderosa, les permite prever y realizar cosas que el común de los humanos ni siquiera sospechaba o creía imposibles. La inteligencia es, pues, una facultad que todos los hombres poseen, pero en muy diversos grados. De ahí lo interesante de su estudio.

Cuando miramos el cielo y nos detenemos a considerar los astros que lo pueblan, nos maravilla la exactitud con que recorren sus caminos; ahí están, en el espacio, que se extiende sin límites, tan numerosos, tan exactos, puntuales en sus órbitas y sus tiempos. Y nos maravilla la tierra que pisamos, cuando hacia ella bajamos los ojos y contemplamos las olas estremecidas de sus océanos, el encanto adormecido de sus montañas, el canto de sus follajes, la variedad de sus animales. Para los ojos que saben abrirse, todo es maravilla en el mundo, todo es asombro.

Y, sin embargo, la maravilla de las maravillas, el asombro de los asombros es que el hombre es el único, entre los seres que pueblan la tierra, capaz de maravillarse. El animal abre los ojos y mira al mundo y contempla sus formas y sus colores, y esta visión lo atrae o lo rechaza: huye el cordero cuando ve al lobo, y se alegra el perro al oír la voz del amo. Sus ojos nos sorprenden, quizás, con atisbos de enojo o simpatía; pero no se pueblan con reflejos de asombro cristalino, como los del niño abierto al viento de todas las cosas. Desde que hubo un hombre en la tierra, el hombre empezó a maravillarse. Quizás su rostro difiriera bastante del nuestro; pero podía asombrarse, como nos asombramos nosotros, y lo podía porque llevaba en el secreto de su ser la inteligencia que lo hacía un hombre. Los animales que lo rodeaban lo superaban en muchas cosas: más afilados eran los dientes del león, más veloz la carrera del caballo, más largo el salto del tigre, más agudo el oído del perro, más poderosa la fuerza del oso. Pero él era inteligente. Podía acercarse a las cosas y a los seres y podía leer dentro de ellos; les preguntaba y le contestaban, no con palabras ni gestos, sino entregándole el misterio de su esencia; y, cuando ellos a su vez se acercaban al hombre y él los miraba, los conocía y podía imponerles nombres. Y, porque sabía quiénes eran y cómo eran las cosas, se maravillaba, y podía usarlas como nunca fueron usadas. Las piedras abundaban en todas partes; pero, ¿para qué servían? Caían desprendidas de la montaña, cuando las arrastraba la tormenta; y, porque eran duras, herían el pie cuando se tropezaba en ellas. Pero, un día, el hombre las tomó entre sus manos, jugó con ellas, las golpeó una con otra y sacó chispas. El hombre tuvo su respuesta; la piedra podía servir para otras cosas; no sería sólo rodado en las tormentas y tropiezo en el camino; con ellas, golpeando y acercándolas a las ramas secas, podría encenderse el fuego. El hombre “leyó” la piedra y la utilizó para fines nuevos. Lo hizo porque era inteligente, porque podía leer la entraña de las cosas y descubrir su esencia. Y esto es, precisamente, la inteligencia intus legere, esto es: leer adentro, o la entraña de las cosas. Ahora que sabemos de algún modo, qué es la inteligencia, tenemos que aprender cómo se porta.