Los leucocitos mueren para salvar nuestra vida


Si la herida es de importancia, todo el cuerpo parece darse cuenta de ello y los diferentes órganos engendrado-res de leucocitos emprenden un trabajo con extraordinaria y admirable actividad. Si contamos entonces los contenidos en una gota cualquiera de sangre, tomada al azar, veremos cómo se han difundido intensamente. Los que emigran, en el lugar de la herida, atacan a los microbios y en la mayor parte de los casos quedan victoriosos, dándolos muerte.

Así se lleva a cabo en gran parte la curación de la herida. Si alguna vez hemos tenido un dedo infectado, los leucocitos de nuestra sangre son los que nos han ayudado a curarlo.

En tales casos mueren a millares; y esa cosa blanca que solemos llamar “materia” o “pus”, y que el médico tiene a veces que extraer del dedo infectado, es en gran parte producida por los corpúsculos muertos de estos diminutos soldados blancos, que han perecido por salvar la vida del cuerpo al que pertenecían.