Cómo están constituídos los huesos del esqueleto humano
Además de las funciones antes explicadas, el hueso, que es un órgano vivo, contiene en su interior un tejido que da lugar a la formación de células que van a volcarse en la sangre. Éstas son corpúsculos muy diminutos, microscópicos, llamados glóbulos rojos, que juntamente con otros unas milésimas de milímetro más grandes, los glóbulos blancos, son el material viviente que circula por las arterias y venas transportando las diversas sustancias nutritivas necesarias para la conservación de la vida. Los glóbulos rojos son los principales portadores del oxígeno, mientras que los blancos son los vigilantes de la salud, pues eliminan de todos los rincones del organismo los peligrosos desechos, los tóxicos y los elementos muertos que pueden haber en él.
Veamos ahora en síntesis cómo está formado un organismo viviente. Cada ser humano es comparable a una sociedad o nación de individuos microscópicos, las unidades biológicas llamadas células. Estos individuos realizan cada uno múltiples y a la vez determinadas tareas: se alimentan, crecen, se reproducen y mueren, siendo la conservación del conjunto el resultado de su actividad. Esta sociedad construye, a su vez, como la abeja, por medio de sus secreciones, un panal, compuesto de sustancias que no son propiamente vivientes. Nuestra armazón, el tejido óseo, comenzó siendo un elemento blando segregado por células que, finalmente, terminaron por especializarse en la tarea de formar hueso. Si analizamos químicamente esta sustancia, veremos que está constituida por dos elementos fundamentales, uno de naturaleza sustancia se encuentran una serie de orificios redondeados, los óvalos que representan cortes transversales de unos canales que en 1734 describió el naturalista inglés Clopton Havers, y que se conocen con su nombre. Estos canales son el eje del sistema sobre el que están fundamentalmente construidos los huesos, y cada canal representa un conductor de vasos. orgánica, que representa el 30 por ciento de la materia del hueso, y otro inorgánico, que está en la proporción restante, o sea el 70 %, La sustancia orgánica se llama «oseína», por ser ésta su principal componente. La sustancia inorgánica o mineral está formada por varias sales que tienen calcio, sodio, magnesio y fósforo, siendo el fosfato de calcio la que está en mayor proporción. Las proporciones de estas sustancias son muy variables de un hueso a otro, pero en todos los del mismo tipo son idénticas. Si observamos con un buen microscopio una laminilla de tejido óseo, adecuadamente preparada, veremos que está formada por una materia uniforme, finamente granulosa, la llamada sustancia fundamental. En esta arterias, venas y linfa por donde circulan las sustancias nutritivas del hueso. Sobre la misma sustancia fundamental, inorgánica, están diseminadas, simétricamente, cavidades microscópicas que encierran los osteoblastos, o sea las células que formarán el hueso. Estos osteoblastos y sus nidos están unidos entre sí por una red de canalículos, que a su vez se comunican con los canales de Havers. En una palabra, la idea más simple que podemos formarnos de un hueso es la de un panal habitado: el edificio es lo inorgánico; el habitante y a su vez constructor del panal, es la célula llamada osteoblasto. Los canales grandes o canales de Havers constituyen una red intrincada, abierta a la vez al interior y al exterior del hueso, pues, como sabemos, el centro de éste se halla ocupado por una sustancia blanquecina, grasosa, que en anatomía se llama médula ósea y vulgarmente tuétano o caracú.
Circula por los canales de Havers la sangre, la cual efectúa la irrigación y la nutrición de los elementos vitales del hueso, que son los osteoblastos, células provistas de múltiples tentáculos, cuyas finas prolongaciones, como cabellos, ocupan los canalículos óseos. Cada sistema haversiano, esto es, cada sistema de laminillas óseas que en su centro posee un canal de ese tipo, está a su vez unido o vinculado a otro similar, constituyendo el conjunto de toda esa masa el hueso.
Ahora bien, la solidez de los huesos varia según su función. En los llamados esponjosos la disposición de las laminillas no es tan sistemática, mientras que en los huesos planos, sólidos, la parto de médula ósea que se alberga entre las dos superficies compactas es prácticamente nula. Pero estas variaciones no alteran en nada la constitución fundamental del sistema óseo.
Los extremos de los huesos que han de articularse entre sí están forrados con un material blando, elástico y a la vez resistente, llamado cartílago, el cual, si bien responde en su constitución al plan de células encarceladas, es decir, células que producen una sustancia que las encierra, no llega a condensarse en el mismo grado que el hueso, por no depositarse en él sales calcáreas.
Por otra parte, la médula ósea no es una sustancia de relleno, sino un tejido pleno de vida y fundamental para el organismo. Se distinguen tres tipos de médula: una roja, que predomina en el niño, en la que abundan las células formadoras de hueso y de sangre; otra amarilla y grasosa, que predomina en el adulto, y otra más, una médula gelatinosa, que ocupa en el hombre los huesos del cráneo y del rostro. La médula ósea, cualquiera sea su tipo, está constituida por abundantes grasas y por elementos celulares que son los generadores, como ya dijimos, de los glóbulos rojos y blancos de la sangre.
Los huesos, a su vez, están recubiertos por una membrana de tejido fibroso llamada periostio. Esta capa se
destina a ser limitante y productora del mismo hueso que envuelve- salvo en los puntos donde se insertan los tendones musculares y las cubiertas articulares, en los que el periostio se continúa sin límites precisos de separación con estos elementos.
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