Intensidad del amor que los padres tienen a sus hijos
Es muy cierto que, entre muchas tribus salvajes, y aun entre algunos pueblos de la antigüedad, como, por ejemplo, el chino, era costumbre matar a las criaturas recién nacidas y especialmente a las hembras; y de este hecho no ha faltado quien deduzca que entre tales gentes no se hallaba desarrollado el sentimiento del amor paternal. Pero esto no es cierto; porque si los chinos daban muerte a las criaturas recién nacidas, lo hacían para evitarles una vida trabajosa o el que murieran más tarde de hambre, practicándose tan espantoso y repugnante acto de barbarie en las horas inmediatas al nacimiento. Si una criatura sobrevivía un día o dos, su vida era respetada, pues ya se despertaban en sus padres los sentimientos de amor y de ternura.
El sentimiento de amor que los padres tienen a sus hijos es mucho mayor que el que los hijos tienen a los padres; lo que nos demuestra que este sentimiento no es hijo de la gratitud ni de la esperanza de derivar de él beneficios, sino perfectamente desinteresado. Si, como se sostenía en otro tiempo, los padres cuidasen a sus hijos para que éstos a su vez los atendiesen a ellos, la experiencia los habría sacado muy luego de su error. Pues desde tiempo inmemorial está perfectamente demostrado que, aun cuando los hijos se lo deban todo a sus padres, y la vida de éstos sea en muchas ocasiones una serie no interrumpida de dolores, sacrificios y ansiedades en beneficio de sus hijos, éstos no suelen corresponder en la misma medida, siendo el amor paternal mucho más intenso que el filial, porque tiene su fundamento y raíz en este gran instinto sin el cual la raza acabaría por extinguirse.
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