Pequeña equivocación del cazador acerca de los piratas argelinos
Bajo el más azul de los azules cielos se extiende la bella ciudad de Argel, antes guarida de piratas, infestada todavía de los más desesperados corsarios, según se figuraba en su calenturienta imaginación Tartarín, el cual gritó: “¡A las armas!” cuando los cargadores, gente de aspecto ruin, subieron a bordo, porque creyó que eran los piratas. Poco después de echar Tartarín pie a tierra, siguiendo a un corpulento cargador negro que llevaba su equipaje, quedó casi estupefacto de la confusión de lenguas; pero por fortuna, un municipal le tomó por la mano y le condujo con la enorme impedimenta de sus bagajes al Hotel de Europa. Lo que más le sorprendía de la ciudad, que él había creído una ciudad fantástica, exactamente como las celebradas en la novela de Las Mil y una Noches, fue hallarla del todo parecida a Tarascón, con sus cafés y restaurantes y también con nombres franceses por todas partes.
Al llegar a su hotel, estaba tan fatigado, que le hubieron de aliviar de su maravillosa colección de armas y llevarle a la cama, donde roncó muy ruidosamente hasta que dieron las tres. ¡Había dormido toda la tarde, la noche y la mañana y gran parte de la siguiente tarde!
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