Cómo se portó Tartarín en su viaje, cruzando el mediterráneo
¡Quién me diera el pincel de un artista para poder pintar algunos cuadros de Tartarín de Tarascón, durante sus tres días de travesía a bordo del Zouavel Pero no poseo la habilidad necesaria para valerme del pincel; y las meras palabras no pueden dar una idea de cómo Tartarín pasó de la arrogante heroicidad a la postración más desesperada en el curso de su viaje. Era lo peor de todo cuando, echado en su litera, privado de toda su arrogancia por el mareo, tenía que escuchar al Tartarín de la franela decir al Tartarín de la gloria: -¡Te está muy bien, tonto de capirote! ¿No te decía yo lo que pasaría? ¡Pero tú quisiste ir a África!... ¡Oh, sí, tú irás a cazar leones!... Ya estamos en marcha, ¿y qué tal te parece la bromita, amigo?
Todavía le dolió más echar de ver que, mientras yacía gimiendo en su mal ventilado camarote, un regocijado grupo de pasajeros estaba divirtiéndose en el salón. Continuaba aún Tartarín en su camarote, cuando el barco llegó al puerto de Argel, y se levantó de un salto repentino, con la impresión de que el Zouave se estaba hundiendo. Cogiendo sus armas principales se precipitó hacia cubierta, donde vio que el barco no se hundía, sino que anclaba sencillamente.
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