El cariñoso camello que preteneció al lado de su dueño


El camello se mostraba extrañamente cariñoso con su amo, y le seguía tan fielmente como un perro. Cuando, al final de una pesada caminata de ocho días, llegó a Argel, hizo todo lo que pudo para deshacerse del animal, y concibió esperanzas de conseguirlo. Encontró al capitán del Zouave, quien le contó que todo Argel había reído al leer la historia de cómo había muerto al ciego león, y ofreció a Tartarín un pasaje gratuito para Francia.

El Zouave estaba para zarpar al día siguiente. Tartarín, abatido, sin llevar ya espléndidas armas ni tener necesidad de que le transportaran el equipaje y tan desvalijado que sus manos eran todo lo que tenía en sus bolsillos, acababa de subir a la larga canoa del capitán, cuando he aquí que su fiel camello, el cual le había estado dando caza durante las últimas veinticuatro horas, llegó llorando al muelle y fijó su cariñosa mirada en su amigo. Tartarín hizo como que no lo notaba; pero el animal parecía suplicarle con sus ojos que le tomara consigo. -Usted es el último turco -parecía decirle-. Yo soy el último camello. No nos separemos ya más, oh mi querido Tartarín.

Pero el cazador de leones afectaba no tener nada que ver con esta nave del desierto.