La emperatriz de Liliput se muestra muy benigna con Gulliver


“Por este medio llegué al patio interior y, echándome de un lado, apliqué el rostro a las ventanas de los pisos medios, que se habían dejado abiertas a propósito, y contenióle las habitaciones más espléndidas que cabe imaginar. Vi allí a la emperatriz y a la joven princesa, en sus distintas habitaciones, rodeadas de las principales damas de su servidumbre. Dignóse su Imperial Majestad son-reírme muy graciosamente y diome a besar su mano por el balcón.”

Pero algo más tarde, supo Gulliver que había en el imperio de Liliput dos partidos que se disputaban el poder con los nombres de trameesán y estameesán, los cuales tenían su origen en los tacones altos y bajos de sus zapatos; y por ellos se distinguían entre sí. Más aun: existía la amenaza de invasión procedente de la isla de Bleíuscu, el otro gran imperio del universo. Tan prolongada enemistad entre los dos poderosos imperios nació del incidente que seguidamente referiremos.

El abuelo del emperador de Liliput, cuando era muchacho, al ir a comerse un huevo, rompiólo por el extremo más ancho, según la práctica antigua, y se cortó un dedo. A consecuencia de este accidente, el emperador su padre publicó un edicto, ordenando a todos sus súbditos, bajo terribles penas, que rompiesen los huevos por el extremo más agudo. Esta decisión condujo al pueblo a la rebelión y a muchas discordias civiles, las cuales fueron fomentadas y alentadas por el emperador de Blefuscu, en cuya corte los desterrados procedentes de Liliput eran muy bien recibidos.

Habiendo Gulliver manifestado estar pronto a defender la persona y dominios del emperador de Liliput contra todos los invasores, apresó toda la marina de guerra de Blefuscu por el sencillísimo procedimiento de lanzarse al mar, salir nadando a su encuentro y atacar los buques por medio de cordeles entre sí; hecho lo cual, y después de haber cortado sus cables, con la mayor facilidad se llevó cincuenta de los buques de guerra de más tonelaje al puerto real de Liliput. Atacáronle, como era natural, mientras practicaba esta operación, disparándole multitud de flechas, pero esto no le importaba, pues, en previsión de esa contingencia, llevaba puestos unos anteojos para protegerse la vista.

Pero porque Gulliver protestó contra los vengativos designios que tenía el emperador, de reducir todo el imperio rival a una provincia y destruir a los desterrados, cayó en desgracia ante la corte imperial.

Enterado de que se había formado el proyecto de acusarle de alta traición, huyó a Blefuscu, desde donde, por un accidente afortunado, halló el medio de regresar a su país y llegó a Inglaterra el 13 de abril de 1702.