Extraña aventura en una caverna misteriosa del mar


Ciñóse el cinturón, dejó su barca y saltó al pilar menor, donde vio un enorme cangrejo sobre una gran roca. Sujetó el cuchillo entre sus dientes, arrastróse hacia allí, y con profunda sorpresa se encontró en una vasta caverna que se abría encima del basamento.

Era un fantástico y misterioso lugar, cuya existencia no había sospechado durante los días que llevaba en el peñón. En el centro había un extraño estanque de agua verde y fría, y se desprendían de la bóveda grandes estalactitas. Todo alrededor estaba lleno de tallos y zarcillos de extraña vegetación marina. Era el lugar más propio para infundir silencioso terror en el corazón del hombre más valiente; pero Gilliatt no temía nada, y su hambre le movía a buscar el cangrejo que se había escapado.

Vadeó el sombrío estanque verde, y ya llegaba a la hendidura de la roca en que el cangrejo había desaparecido, cuando de pronto se vio cogido el brazo por algún ser viviente.

La sorpresa que experimentó fue grande, pero no lo suficiente como para hacerle perder la tranquilidad.

Alrededor de su desnudo brazo se había enroscado una cosa retorcida, áspera, fría y viscosa. Arrollóse luego alrededor de su pecho, poniéndose tirante como una cuerda. Trató Gilliatt de echarse algo atrás, pero se encontró con que apenas podía moverse; aquella cosa que le retenía preso era flexible como una correa, fuerte como el acero, fría como el hielo.