El pescador pelea con un pulpo gigante en la caverna
Entonces, de la grieta de la roca de donde había surgido aquella cosa extraña, salió otra, que se agarró a su piel por innumerables puntos planos y redondos que le chupaban como otras tantas bocas, causándole un angustioso dolor.
Y así fueron saliendo de la grieta otra y otra de aquellas horribles correas vivientes, que no le dejaban esperanza de salvación, y se le adhirió una quinta antes de que pudiera distinguir débilmente la espantosa forma del monstruo, con sus dos grandes ojos en medio de su corto y blanducho cuerpo. Se hallaba en las garras de un gran pulpo, o pez-diablo, como le llaman a veces los ingleses.
Sus tentáculos mantenían inmovilizado su brazo derecho y avanzaba hacia él con sus mandíbulas en forma de pico de loro, y prontas a clavársele en el costado. Iban a llegar a su fin Gilliatt y sus planes; pero con un rápido movimiento de su mano libre, con la cual empuñaba su cuchillo, cercenóle la cabeza al extraño animal e inmediatamente sintió cómo se aflojaban sus tentáculos.
Estaba libre e iba a escapar de aquella terrorífica caverna, cuando echó de ver medio esqueleto bajo un montón de conchas de cangrejo, un esqueleto con un cinturón de cuero alrededor del talle Lo examinó y sacó del cinturón una petaca de hierro que contenía unos trozos de papel.
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