Del terrible combate que durante todó un dçia sostuvo Tancredo con Argante
Querellas como ésta eran muy perjudiciales a la causa de los cristianos, y el maligno espíritu hacía cuanto podía para fomentarlas. Así, pues, persuadió a un mago de Damasco a que enviara a su hermosa sobrina, Ármida, al campo de Godofredo, para que su belleza apartara a los jóvenes caballeros del camino del deber y del honor. Llegó la doncella y con lágrimas imploró auxilio para recobrar su legitimo reino; y los corazones de los caballeros se conmovieron profundamente al oiría. Se le dieron diez campeones, que la suerte designó; pero, al alejarse con su escolta, otros muchos desertaron de sus sitios respectivos y, montados en sus corceles procuraron alcanzarla al llegar la noche; de este modo perdió Godofredo a varios de sus valientes guerreros.
De la ciudad salió un terrible campeón, llamado Argante, desafiando a los caballeros cristianos a que midieran con él sus armas en singular combate. Tancredo fue elegido para luchar con el provocador; y hasta la caída de la noche estuvieron combatiendo, pero los dos quedaron tan mal heridos, que se aplazó el término de la refriega para el sexto día. Herminia había asistido a la horrible lucha desde lo alto de la torre, y su corazón se estaba consumiendo con el deseo de acercarse al hombre a quien amaba y cuidarle hasta que recobrara la salud. Pero ¿cómo salir de la ciudad? Por fin, tuvo la idea de cubrirse con la blanca armadura de Clorinda y de salir a caballo por la noche, y así los centinelas creerían que era la princesa musulmana, que tenía libertad para entrar y salir, como y cuando quisiera. Este plan tuvo completo éxito. Se acercó al campo cristiano y, aguardando fuera, mandó a su escudero a informarse de si Tancredo podía recibirla. Pero, mientras esperaba, en la oscuridad, vio llegar a algunos caballeros, los cuales, convencidos de que era Clorinda, la persiguieron durante varias leguas hasta que, fatigados, la abandonaron; pero ella vio que se había extraviado enteramente. Entretanto Tancredo, al oir que una dama cubierta con su armadura deseaba verle, se levantó de su lecho, se revistió de sus armas y salió a su encuentro, creyendo que era Clorinda. Pero la dama había huido, y Tancredo, desesperado, salió hacia la selva, decidido a buscar a su amada hasta encontrarla.
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