Extraño escondrijo debajo de una cascada


Era completamente de noche cuando por fin Ojo de Gavilán condujo la canoa, con habilidad asombrosa, a un pequeño remanso que rodeaba una isla rocosa, y por encima del cual bajaba la gran catarata como una pantalla enorme. Aun después de haber desembarcado en la isla, los viajeros no osaban moverse, por el miedo que les inspiraban la oscuridad y el ruido ensordecedor de las aguas-Allí se quedaron, llenos de temor, mientras el cazador se alejó rápidamente en su canoa para ir a buscar a los dos indios y para traer alguna caza de la que, para alimentarse, guardaba en su escondrijo. Poco tiempo después de haberse embarcado, volvió con sus compañeros y logró acomodar a los viajeros para pasar la noche.

Ojo de Gavilán no esperaba que no fuese descubierto su refugio debajo de la catarata; solamente lo había escogido para poder resistir mejor a un ataque de los pieles rojas que, en efecto, atacaron poco después de amanecer el día siguiente. Pero la posición favorable y la naturaleza cavernosa de la isla, a la que había llevado a sus protegidos, junto con su gran habilidad de tirador, a la que no iba en zaga la de los dos mohicanos, mantuvo a distancia a los salvajes pieles rojas, hasta que de nuevo se encontraron envueltos por la oscuridad de la noche.