Muere Sigfrido víctima de la infame traición de Hagen
Ya en la selva, al llamarlos el cuerno de caza para que tomaran parte en la comida que había sido preparada, los caballeros, sudorosos y muertos de sed, se encontraron con que habían olvidado el vino. Hagen les indicó un fresco arroyuelo, que cerca de allí corría, y propuso que fueran todos a beber en él; Sigfrido, como de costumbre, llegó el primero, pero no quiso beber, a pesar de su sed, hasta después que llegaran los otros. Al inclinarse para beber, el traidor Hagen le dio un tremendo golpe en la espalda, exactamente en el sitio en que, según se le había indicado, era vulnerable. Así murió el gran Sigfrido, víctima de la acción despreciable de un infame traidor.
Al oír Crimilda la infausta nueva de la muerte de su esposo, a punto estuvo de morir de dolor; nada podía consolarla. El anciano rey Sigemundo sintió también su paternal corazón destrozado de pena, y ya no pensó más que en abandonar aquellos tristes lugares, que le recordaban la muerte de su hijo, para volver a su patria. Crimilda deseaba partir con él, pues tenía el íntimo convencimiento de que Hagen había dado muerte a su esposo, y la vista del traidor le era insoportable; pero su madre y los parientes todos le rogaron con tales instancias que se quedara con ellos, que por último accedió, confiando su hijito al cuidado de su abuelo. Mas su corazón no hallaba un instante de reposo, sediento de venganza y al mismo tiempo transido de dolor. No tardó en recibir otra injuria de parte del traidor Hagen. A la muerte de Sigfrido, el vasto e inagotable tesoro de los nibelungos pasó a posesión de Crimilda. Por consejo de Hagen, el rey Gunther indujo a la viuda a que hiciera las paces con él y le perdonara la parte que ella le atribuía en la muerte de su marido. Luego la persuadió a que llevara a Worms el maravilloso tesoro, el cual, por algún tiempo, quedó en manos de Crimilda, pero Hagen no se daba por satisfecho con este arreglo, porque veía en aquellas riquezas un medio de que podía valerse la ultrajada dama, para vengarse y acarrearle su propia ruina. Se compuso de tal suerte, que obtuvo las llaves, y arrebató a Crimilda su inestimable tesoro, que arrojó al fondo del Rin, con la esperanza de sacarlo más tarde; pero este tiempo nunca llegó.
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