Una emocionante excursión: la visita al maestro de mi padre
Algunas semanas .después hice una excursión muy agradable con mi padre. Estaba él leyendo el periódico y de repente lanzó una exclamación de sorpresa. “Leo aquí que mi anciano maestro, el que me enseñé siendo niño, vive todavía. Acabar de recibir una medalla al mérito por haber enseñado durante sesenta años. Habita próximamente a una hora en tren de aquí. Iremos a visitarle”. Luego mi padre me habló del anciano, que llamaba Crossetti, diciéndome que un hombrecillo encorvado, bondadoso, y justo, y que había querido a sus discípulos como un padre.
Al dejar el tren tomamos un angosto sendero, borneado por florados setos. Mi padre caminaba silencioso, absorto en sus recuerdos. De pronto se detuvo exclamando: “Allí está, seguro de que es él”.
Adelantaba por el sendero hacia nosotros un hombre anciano de barba blanca, cubierta la cabeza con un ancho sombrero y apoyándose en un bastón. Parecía que sus pies ya no podían sostenerle, y sus manos estaban agitadas por un ligero temblor. Al llegar cerca de él, nos detuvimos; el anciano también se detuvo y miró a mi padre. Su tez era fresca sus ojos grises conservaban cierta vivacidad. Mi padre le dijo su nombre y el año en que lo había tenido de maestro en la escuela; y al cabo de un momento de reflexión, el anciano le recordó perfectamente.
"Vengan ustedes conmigo", nos dijo, y pronto llegamos a una casita de blancos muros. Abrió la puerta y entramos. No había más que las cuatro paredes perfectamente encaladas; en un rincón se veía una cama cubierta de una colcha blanca y azul; en otro rincón una mesa y una pequeña biblioteca, y, colgando de la pared, un antiguo mapa. Por la habitación se esparcía un agradable olor de manzanas. "Sí, me acuerdo de usted, dijo el anciano: era usted un muchacho despierto. Le agradezco mucho que se haya acordado usted -de su viejo, maestro. Otros han venido a verme también; entre mis antiguos alumnos se cuentan un coronel, varios sacerdotes y otros caballeros. Pero temo que sea usted mi último visitante. Ya no puedo vivir largo tiempo. No sirvo para nada, sólo me quedan fuerzas para seguir volviendo las hojas de mis viejos libros".
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