El invitado al festín
Un poderoso monarca dio un gran festín, al cual convidó a todo el mundo. A este fin, envió mensajeros por todas las ciudades y aldeas de su reino con el encargo de que invitaran a la gente, prometiéndoles a la vez no sólo comida, sino también dinero.
En una ciudad había un hombre robusto y fuerte, aunque el pobre era ciego; este hombre, al enterarse de lo que ocurría, empezó a lamentarse a grandes voces de que su desgracia le impidiese aceptar la invitación real. De pronto, como oyera que en la misma ciudad había un cojo que también se dolía de no poder asistir al festín, se le ocurrió una idea.
Habló al cojo, y ambos convinieron en un arreglo, según el cual el ciego llevaría al cojo al festín, y el cojo guiaría al ciego. Así el hombre que tenía vista, pero no podía andar, guió al que podía andar, pero no ver, y ambos pudieron, de esta manera, asistir a la fiesta ofrecida por el rey.
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