EL REY DE LOS GUANACOS
Leyenda calchaquí
Había una vez un cazador y su hijo cuya fama, bien merecida, de ser los dos más diestros cazadores de guanacos y vicuñas, se extendía en toda su patria, la tierra calchaquí. Nadie como ellos manejaba las boleadoras; animal visto, animal perdido; llegaba a trabarlo zumbando la boleadora en recta al pescuezo del guanaco; y eran ricos con el producto de sus continuas excursiones.
Un día aparecióseles la reina y madre de guanacos y vicuñas, la Pacha Mama, y les mandó no cazar más que un guanaco macho por día; y les dijo que en adelante, si cumplían su mandato, hallarían diariamente, en la roca sobre la cual estaban, un cogote de guanaco repleto de oro.
Cumplió el mozo la orden de Pacha Mama; el padre, en cambio, dominado por su afición, siguió cazando cuantos a su paso encontraba. Cansada la Pacha Mama de su desobediencia, para castigarlo, dispuso que una tarde en que padre e hijo iban boleando por los cerros, se extraviara el segundo. Buscábalo su padre desconsoladamente; sus amigos le ayudaron a mingarlo (buscarlo) por los vericuetos de la montaña, y hondonadas; inútilmente: sólo respondía a sus llamados la voz de los ecos, que repetían, como riéndose, sus gritos. Dieron al fin con él en una quebradita por la cual, entre flores, corría un hilo de agua fresca y cristalina. Estaba vestido de guanaco de pies a cabeza, y hablaba relinchando.
Por arte y magia de la Pacha Mama, sin duda, desapareció otra vez, y largo tiempo transcurrió sin que se le volviese a ver; hasta que un día, estando el padre y sus amigos en Cafayate (Valles Calchaquíes), bajó del cerro de las Arcas una espesa neblina, en cuyo seno, atónitos, vieron pasar, jinete en un bellísimo y enorme guanaco, al joven cazador que había concertado con la Pacha Mama no cazar diariamente más que un guanaco macho, y a quien, por haber cumplido su pacto, ella había convertido en el rey de los guanacos.
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