Cómo podrá terminar la historia de la Luna y de la Tierra
Mercurio es un planeta que emplea el mismo tiempo en girar en torno de su eje que alrededor del Sol; es un típico ejemplo del poder frenador de las mareas, y nos anticipa lo que ocurrirá con la Tierra. Momento llegará en que nuestro planeta, constantemente sometido a la acción de las mareas solares, habrá frenado tanto su movimiento de rotación que empleará un año en cumplirlo. Estará en situación análoga a la que ahora tiene Mercurio y, como este planeta, enfrentará siempre la misma cara al Sol. El otro hemisferio quedará sumido en noche eterna e ignorará al gran astro del día. Para ese entonces, la Luna habrá comenzado a acercarse hacia la Tierra, en forma tan marcada, que llegará a una distancia a la cual las fuerzas gravitatorias, muy intensas, la partirán en fragmentos. La Tierra habrá perdido su satélite y habrá adquirido, en cambio, un anillo como el que ostenta Saturno, que sin duda debe de haber tenido origen en un proceso parecido al descrito. Aunque todas estas deducciones están basadas en las leyes de la mecánica, una ciencia muy exacta y que se presta muy bien para pronosticar el futuro, otro orden de fenómenos impedirá que se cumpla en su totalidad el proceso que hemos explicado. La evolución del Sol y de todo el sistema planetario es más rápida que la lenta modificación de los movimientos de los astros. Si el Sol, como tantas otras estrellas observadas, termina su vida en un gigantesco estallido, la fabulosa irradiación de energía que lanzará en todas direcciones, transformará en vapores incandescentes a todos los astros que constituyen su familia. En ese supuesto, la Luna no habrá tenido tiempo de transformarse en un anillo, y finalizará su historia simultáneamente con la Tierra, formando una nube única de materia incandescente.
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