Las estrellas y constelaciones que ve un observador al norte del trópico de Capricornio
Los pueblos primitivos, que poco sabían de otros lugares, pues no realizaban largos viajes, conocían sólo la región del cielo que pasaba por sobre sus cabezas. Así es cómo las descripciones del cielo que nos vienen de los egipcios o de los griegos no hablan, por cierto, de las estrellas del hemisferio Sur, que podían ver los incas o los indígenas de la Patagonia. Éstos, a su vez, ignoraban las estrellas del hemisferio Norte.
Todos los hombres que viven alrededor del ecuador o en el hemisferio desde el trópico de Capricornio hacia el Norte, deberían conocer las siete estrellas que forman el cuerpo y la cola de la Osa Mayor, que también se reconoce como un carro con su lanza. La estrella Polar puede ser ubicada con sólo prolongar la recta que une las estrellas Dubhe y Merac, que son las que forman las ruedas traseras del carro en una distancia igual a cuatro veces la que separa a aquéllas. La estrella Polar, la más útil del cielo para los navegantes, corresponde al polo Norte de la esfera celeste, y está sobre la vertical que pasa por el polo Norte de la Tierra.
Volviendo a la Osa Mayor, y siguiendo el camino que nos señala su cola hacia el sudeste, encontramos a Arturo, que es una de las más brillantes de todas las estrellas de primera magnitud. Cuando hablamos de la magnitud de una estrella, nos referimos al brillo que posee, según una escala decreciente. Las estrellas más brillantes son de primera magnitud; las que le siguen son de segunda magnitud, y así sucesivamente, hasta llegar a las que apenas se ven a simple vista, que son consideradas como de sexta magnitud.
Otra constelación muy fácil de reconocer es Casiopea, que forma en el cielo una especie de W. Vulgarmente so la llama la Silla, y no es posible confundirla con las demás.
Vega, de la constelación de la Lira, próxima a la Vía Láctea, es otra estrella de primera magnitud, notable por su blancura. Tiene un interés especial no ya por ser una de las más bellas, sino porque en su dirección se mueve el Sol junto con su sistema planetario, a una velocidad de veintidós kilómetros y medio por segundo.
Próxima a Casiopea se encuentra Perseo, que forma una especie de L mayúscula, y un poco más allá se ve la Cabeza de Medusa, que ofrece la particularidad de contar entre sus estrellas a la famosa Algol, que es en realidad una estrella doble, o sistema binario, una de ellas muy brillante y la otra relativamente oscura. Giran una alrededor de la otra de suerte que, de tanto en tanto, la más oscura eclipsa a la más brillante y por eso, desde hace mucho tiempo, se observa que el brillo de Algol cambia de intensidad tras breves períodos.
En las noches de febrero, desde el hemisferio Norte, es posible observar un hermoso espectáculo en el cielo.
Se ven entonces las Pléyades, vulgarmente llamadas las Cabrillas, que es el grupo de estrellas más notable. Por sí solo constituye una verdadera constelación, porque las estrellas que lo forman se hallan perfectamente agrupadas. A simple vista se ven sólo siete, pero con un anteojo se descubren muchas más, y por miles se registran por medio de la fotografía. Algo hacia el sur y el este de las Pléyades refulge una estrella roja, de primera magnitud, llamada Aldebarán, y más lejos aun, en la misma dirección, se halla la constelación de Orion, que es la mayor y más espléndida del cielo. Algo más lejos todavía se descubre Sirio, la más brillante estrella de todo el cielo, que pertenece a la constelación del Can Mayor. Sirio, como Algol y muchas otras estrellas, es un sistema binario. Alrededor de Sirio, que es la estrella brillante, gira una compañera oscura, que nunca se interpone entre aquélla y la Tierra, de modo que no eclipsa el brillo de su compañera.
Aun citaremos a tres estrellas que pueden ser reconocidas fácilmente: son Castor y Pólux, que forman la cabeza de los Gemelos, y Proción, de la constelación del Can Menor.
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