El poder de Shakespeare para descorrer el velo del pasado
El público inglés no pudo menos de sentir vibrar su patriotismo al tomar asiento con Enrique V en Agincourt, el día de San Crispín, y escuchar el inspirado verso: nosotros, unos pocos, unos pocos felices; nosotros un grupo de hermanos. El gran trágico posee el mágico poder de transportarnos en espíritu a Roma, a los tiempos del poderoso Julio, enseñándonos acerca de la cultura romana mucho más de lo que podríamos adivinar por las elocuentes ruinas de palacios que él no vio jamás. Tiene el poeta el maravilloso don de revelar los secretos de muchos siglos de historia, condensados en unos pocos discursos. Con su Shylock, por ejemplo, compréndese la posición de los judíos en la Edad Media mucho mejor de lo que podríamos comprenderla teniendo a nuestro alcance toda una biblioteca de libros históricos sobre ese tema.
Describió también Shakespeare la condición de la mujer, haciendo los retratos de las heroínas valientes, nobles, y aun de maléficas brujas; y cuando hubo agotado las regiones de la realidad, remontóse a los reinos del aire y los pobló de espíritus fascinadores, de monstruos, de duendes y hechiceras, como Ariel, Calibán, Puck, Titania y otros, que ofuscan nuestro entendimiento al embelesar nuestra imaginación. Tenemos pensamientos majestuosos que surgen de una poesía de tonos profundos; palabras melodiosas en frecuentes canciones; trozos de los himnos eternos que entona la Naturaleza; humor jocoso, o socarrón o festivo, y sabiduría doméstica de las gentes sencillas.
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