El amor a Inglaterra se refleja en la temática de su obra
Ningún poeta, como Shakespeare, pidió jamás tan apasionadamente amor para su Querida Madre Inglaterra. Con las siguientes palabras termina su Rey Juan:
De un vencedor ante la altiva planta, nunca Inglaterra prosternó su frente, ni la prosternará jamás. Ahora que regresan sus príncipes a ella, aunque del orbe entero las legiones contra nosotros caigan, venceremos. No tendremos jamás razón de llanto, si Inglaterra a sí misma fiel prosigue.
En Ricardo II, donde Juan de Gante es el portavoz de un patriotismo victorioso, se sostiene la misma nota:
Este trono real y regia isla, tierra de Majestad, solio de Marte; este otro edén y medio paraíso, fortaleza erigida por Natura contra la negra peste y cruel guerra, esta raza dichosa y mundo breve, joya montada en argentadas aguas, que de muralla y defensivo foso y antemural contra la envidia sirve a territorios menos agraciados; esta tierra bendita de Inglaterra, de tales almas es querida patria.
Hacia la Navidad del año 1594, Shakespeare representaba ante la reina Isabel, y era entonces, evidentemente, uno de sus favoritos. Ya en aquel tiempo era conocido y admirado como poeta tanto como actor, pues habían visto ya la luz pública Venus y Adonis, y Lucrecia, y sus sonetos estaban probablemente escritos y circulaban reservadamente, pues no fueron impresos hasta muchos años después. En 1590 compuso la comedia perfecta titulada El mercader de Venecia, y antes de terminar el siglo escribió las tragedias históricas inglesas a las cuales dio cima con su Enrique V.
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