Enfermedad y muerte del príncipe de los ingenios
Cervantes desde hacía tiempo estaba padeciendo de hidropesía. Otros opinan que su mal era una afección cardiaca, y según pretende Rodríguez Ocaña, su enfermedad era arteriosclerosis. Los médicos le ordenaron que pasase una temporada en el pueblo de Esquivias, adonde se dirigió en la semana de Pascua de 1616; como no logró el alivio que anhelaba, regresó a Madrid a las pocas semanas. Allí terminó o casi terminó la que habría de ser su obra postrera: Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Al sentirse mal, “que las ansias crecen, la esperanza mengua”, recibe la extremaunción y se despide de los suyos con las palabras memorables: “Adiós, regocijados amigos, que ya me voy muriendo y deseando veros presto contento en la otra vida”. Agravándose sobremanera su enfermedad, expiró el 23 de abril de 1616 acompañado de su esposa, de doña Isabel de Saavedra y del clérigo don Francisco Martínez Marcilla. Lope de Vega, al saber la noticia de su muerte, fue a rezar un responso ante el cadáver del autor del Quijote.
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