Viajes y exploraciones del sabio en tierras americanas
Este funesto acontecimiento determinó al joven naturalista a emprender el largo viaje de estudio que tenía en proyecto desde mucho antes, y que no llevó a cabo por respetar los deseos de su anciana madre, la cual repetía con frecuencia que “deseaba morir entre sus dos hijos Guillermo y Alejandro”. Comenzó su viaje por París, donde trabó amistad y relaciones científicas con los célebres Gay-Lussac y Arago, y obtuvo autorización del gobierno del Directorio para unirse a la expedición del capitán Baudin, que debía hacer un viaje de circunnavegación por el globo; mas, no habiéndose realizado por causa de las guerras, Humboldt y el naturalista Bonpland pasaron a España, en 1797, con propósito de dirigirse a Egipto después de la admirable expedición del entonces general Bonaparte al país del Nilo y de las pirámides.
Humboldt, que tenía ardientes deseos de explorar científicamente, con su compañero Bonpland, las regiones americanas, presentóse en Madrid al rey don Carlos IV, solicitando su autorización para visitar las colonias españolas de América, y además las islas Filipinas y las Marianas: el rey no solamente le concedió la autorización que pedía, sino que puso a su disposición el navío Pizarra, en el cual se embarcaron los dos naturalistas, en el puerto de La Coruña, el 5 de junio de 1799.
España y su monarca Carlos IV, protegiendo la expedición de Humboldt a América, favorecieron el progreso de las ciencias naturales y geográficas, que tanto impulso recibieron con las investigaciones de aquel sabio alemán.
El Pizarro llegó a Cumaná, capital de Nueva Andalucía, hoy Venezuela, el 16 de julio, y Humboldt y Bonpland comenzaron enseguida sus estudios. Por espacio de cinco años recorrieron la América del Sur, estudiando posiciones geográficas, fenómenos meteorológicos, fauna y flora, antigüedades indígenas, tipos y costumbres del país; navegaron setenta y cinco días en una canoa india, por los ríos Orinoco, Atabapo y Negro, fijando su curso y determinando sus principales circunstancias, casi desconocidas hasta entonces. Llegaron a La Habana, en diciembre de 1800, y dirigiéndose luego a Cartagena de Indias, remontaron en frágil esquife el río Amazonas durante cincuenta y cuatro días; llegaron a Quito, en enero de 1802, y subieron, con el español don Carlos Montufar, hasta muy cerca de la cima del Chimborazo, una de las cumbres más altas de los Andes: alcanzaron la altura de 6.000 metros, a la cual ningún hombre había ascendido hasta entonces. Visitaron a Lima, Guayaquil, Acapulco, Cuernavaca, México, las minas de Moran, la cascada de Regla, el volcán de Jorullo y otras importantes estaciones de América, verificando Humboldt estudios admirables, que después publicó en esas magníficas obras que llevan su nombre, que le han valido eterna fama, y que hoy se leen y se estudian con el mismo anhelo que en la época de su aparición, no obstante las posteriores investigaciones de otros sabios, que han enriquecido el conocimiento de nuestro continente.
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