LA LIBERACIÓN DE GROCIO


Grocio o Hugo van Groot, según se llamaba en holandés, fue un famoso catedrático, escritor y político. Hablaba y escribía libremente sobre las cosas que creía de justicia en política y religión, y ofendió con ello a su gobierno, que por tal razón lo condenó a prisión perpetua y confiscó sus bienes. Fue encerrado en el castillo de Louvestein, pero se autorizó a su consorte a permanecer con él.

Era la esposa de Grocio mujer ingeniosa, amante de su marido, y desde luego no pensó más que en buscar los medios para emprender la fuga, pero transcurrieron ocho meses y ninguna ocasión se presentó para realizar la idea.

Grocio invertía su tiempo escribiendo, y con frecuencia necesitaba libros de fuera de la cárcel para auxiliarse en su obra. Su esposa obtuvo permiso para ir en busca de quién se los prestara, y pudo traerle un gran cofre lleno de volúmenes.

Terminado el asunto de los libros, fuese a ver a un amigo que vivía fuera del castillo y aprovechó la oportunidad para meter en el cofre la ropa sucia que debía ser lavada. Los guardias del castillo acostumbraban a registrar el cofre, pero nunca encontraron nada peligroso y sí únicamente los libros y las ropas del preso.

Así pasó algún tiempo, hasta que los guardias dejaron de registrar el cofre; y no se le ocultó a la penetrante mirada de la señora Grocio que estaban ya cansados los vigilantes de cumplir; con su deber. Al instante vio la posibilidad de huir que tenía su marido, ¡Si pudiera meterlo en el cofre! Lo primero que se requería era practicar algunos agujeros para que entrara ¡el aire. Hecho esto, persuadió a Hugo a que se sentara junto a la lumbre y simulara hallarse enfermo.

El día1 en que, como de costumbre, debían ¡llevarse el cofre, la señora ayudó á Grocio a meterse dentro y sujetó bien la tapa. Presentóse entonces el hombre que debía llevárselo y al ver corrido el cortinaje de la alcoba iba a preguntar qué pasaba, pero la esposa se llevó el índice a los labios pidiéndole que callara para no molestar al doliente. El hombre se echó el ¡cofre a la espalda y se lo llevó, no ¡ sin haberse quejado de lo mucho que pesaba.

Grocio fue así a parar a casa de un amigo, desde donde, disfrazado de molinero, se marchó a Amberes.

¿Qué fue ahora de la esposa que a tanto se había arriesgado por libertar a su marido? Al principio procuró demorar el descubrimiento vistiéndose con las ropas de su esposo y se acurrucó cerca del fuego, pero no se dejó ver del; carcelero. Luego, calculando que ya su marido estaría en salvo, se fue a ver a los guardianes, les participó que el preso se había escapado y les reprendió duramente por haber faltado a su deber. Disculpáronse y dejaron salir del castillo a la señora de Grocio, que poco después se reunía con su marido.