EJEMPLO DE AMOR FILIAL


La madre de Juan Vigier era una viuda que tenía cuatro hijos, a quienes difícilmente podía mantener y educar, porque era muy pobre. Algunos buenos amigos consiguieron empleo a los tres mayores, y en cuanto al menor, llamado Juan, muchacho muy listo de nueve años, y que prometía mucho, creyeron lo mejor que continuara en la escuela. Sin embargo, no podían pagársela y ayudar al mismo tiempo a la madre que estaba enferma y, por tal razón, decidieron que ésta fuese al hospital, mientras el niño sería internado en un colegio.

El cura del lugar llamó a Juan a su casa para darle cuenta de esta decisión, y el niño, que era muy curioso, en cuanto se quedó solo durante algunos minutos, miró un papel que estaba sobre la mesa del sacerdote y vio que era una orden de admisión en el hospital, extendida a nombre de su madre. Alarmado, salió de la casa y regresó a la escuela, en donde se vistió con su traje de trabajo. Entonces volvió a casa del cura y le dijo:

-Lo sé todo, pero mi madre no ha de ir al hospital. Yo viviré con ella y ganaré lo necesario para mantenerla.

El sacerdote trató de disuadir al muchacho, diciéndole que sería mejor para su madre que él se instruyera, porque así podría ganar más dinero que siendo ignorante. Pero Juan no quiso desistir de su empeño, y en cuanto vio que sus hermanos no querían ayudarle a él, vendió sus vestidos y un reloj que le habían dado en la escuela como premio, y con el producto de todo ello compró pastelitos y juguetes de poco precio, y empezó a venderlos por las calles de Aurillac. El muchacho supo atraerse con su gracia a muchos compradores y más aun cuando éstos llegaron a saber cuánto amaba a su madre y la cuidaba; y prosperó de tal modo que pronto pudo ganar lo suficiente para mantenerse los dos.