La cuerda de violín a la que se puede hacer reir y llorar
Al frotar una cuerda con el arco, se la hace vibrar de un modo muy diferente: la vibración no tiene lugar más que mientras el arco pasa sobre ella, y luego cesa inmediatamente. La cuerda sólo vibra cuando el arco la obliga a hacerlo, dándose por tanto a esa clase de vibraciones el nombre de vibración forzada, para distinguirlas de las vibraciones libres. Una cuerda sometida a vibraciones forzadas, si pudiésemos percibir lo que ocurre en realidad, nos ofrecería seguramente uno de los espectáculos más maravillosos que pueden darse en el mundo.
Es inmensa la diferencia entre un gran violinista y un principiante, aunque empleen un instrumento de la misma calidad. Todo consiste en el modo de manejar el arco.
Cuando un gran artista produce una nota larga, diríase que suenan varias notas a la vez que una sola: al pasar el arco sobre las cuerdas puede hacerlas llorar o reír, según se le antoje al ejecutante.
Ello es debido a la extraordinaria sensibilidad de una cuerda de violín cuando está sometida a una vibración forzada. El carácter del sonido puede cambiar por completo en virtud de variaciones tan sutiles en el efecto producido por el arco que nadie puede definirlas o decir en qué consisten, ni dónde empiezan o acaban. Y es que la cuerda vibra de un modo diferente, originando una serie distinta de sonidos concomitantes que vienen a añadirse en diversas proporciones a la nota fundamental, la cual no varía, mientras no cese el movimiento de la cuerda. Lo que caracteriza a los buenos violines es que la caja está hecha de una manera que su sensibilidad respecto del movimiento de las cuerdas sea tan grande como la de éstas respecto del movimiento del arco.
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