Ingeniosos tubos que detectan y cuentan los rayos cósmicos
Como decíamos anteriormente, en forma constante caen sobre nosotros o a nuestro lado, rayos cósmicos. ¿No será posible contar el número de estos rayos que caen durante un cierto intervalo de tiempo? Sí, y para este fin se tienen aparatos especiales denominados contadores de Geiger-Müller, nombre formado con los de los físicos que idearon estos maravillosos instrumentos, de extraordinaria aplicación, no sólo en trabajos sobre rayos cósmicos, sino también en el estudio de la radiactividad.
Los tubos contadores son sumamente simples y consisten en tubos cilíndricos cerrados, en cuyo eje se halla un alambre o hilo muy bien aislado de las paredes. Entre el alambre central y las paredes del tubo se establece una elevada diferencia de potencial, alrededor de unos dos mil voltios. Además, el interior del contador contiene un gas especial. Cuando un rayo cósmico atraviesa el tubo, como sabemos, el gas contenido en el interior se ioniza, esto es, se hace conductor de la electricidad, y entonces, debido al potencial aplicado entre el hilo central y las paredes, se produce una corriente eléctrica que descarga al contador. Pasado el efecto del rayo cósmico, el tubo vuelve automáticamente a su condición original, a la espera de otra descarga, que se producirá, indudablemente, en cuanto sea atravesado por otro rayo cósmico. Un dispositivo mecánico o eléctrico se encarga de contar las descargas que se producen en el tubo. Así, si una persona pudiera contar el número de rayos cósmicos que la atraviesa, encontraría que por cada segundo de tiempo que transcurre pasan por su cuerpo una cantidad que oscila entre diez y veinte rayos cósmicos.
Estos aparatos dieron notable éxito a las investigaciones, al ser utilizados en variadas técnicas. Después de la primera Guerra Mundial comenzó el empleo de globos sonda, o sea, de exploración; éstos ascendían a grandes alturas llevando consigo instrumentos de mediciones como los descritos anteriormente, que, como vimos, pueden funcionar automáticamente. A grandes alturas y debido a la baja presión, dichos globos explotan y dejan caer los instrumentos de medición, los cuales, protegidos por paracaídas, traen de regreso a la Tierra la inapreciable carga de registros fotográficos y mediciones. Posteriormente se comenzaron a construir globos estratosféricos, que podían llegar nada menos que hasta la estratosfera. Ya después de la segunda Guerra Mundial se emplearon las famosas bombas voladoras del tipo V2, usadas por los alemanes para bombardeos. Ahora, aprovechadas con fines científicos, se convirtieron en máquinas muy útiles para la investigación científica.
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