Un punto acerca del cual están de acuerdo todos los hombres
El tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor de sí misma se divide en veinticuatro partes, cada una de las cuales se denomina hora. A su vez, cada hora se divide en sesenta minutos, y cada minuto en sesenta segundos. El segundo es la unidad fundamental en las medidas de tiempo, y las medidas menores se expresan según décimas, centésimas, etc., de segundo.
Ofrece ciertamente incalculables ventajas el hecho de que el segundo haya sido adoptado como medida del tiempo en todo el mundo civilizado. Lo llamamos una unidad, como si el tiempo pudiera recortarse en pedazos pequeños, cada uno de los cuales viniese a ser una unidad de tiempo. Esta unidad, es, pues, la misma en toda la Tierra. Causaría verdadera perturbación que alguien propusiera la sustitución de dicha unidad por otra más larga o más corta, o el empleo de unidades diferentes en los distintos países. Cuando los hombres llegan a ponerse de acuerdo respecto de algún punto, se dan, desde luego, clara cuenta de las dificultades que acarrea el estar desavenidos, sobre todo en medida tan usual.
Es lástima grande que la medida del tiempo sea casi la única cosa acerca de la cual estamos conformes. A cualquiera se le ocurrirá, por poco que reflexione, que si tuviésemos el acierto de ponernos de acuerdo en lo tocante a las unidades del espacio y las de peso, se evitarían multitud de trabajos y de complicaciones. Veamos, primero, lo que se refiere al espacio. Tratándose de una caja sólida, resulta evidente que puede medirse el espacio en tres direcciones, pero si se trata de un objeto plano, como una hoja de papel, podrá medirse solamente en dos, si bien es cierto que debiera tenerse en cuenta la tercera dimensión, ya que el papel posee cierto grueso; si imaginamos, por otra parte, una línea que no tuviera anchura, no podrían entonces tomarse medidas más que en una dirección, es decir en el sentido longitudinal.
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