Del arte cristiano primitivo al arte románico


Llamamos arte románico al que floreció durante los siglos xi y xii. El nombre explica perfectamente su origen y sus características procedentes de Roma, aunque también se refleja en él la influencia bizantina.

La palabra románico no debe confundirse ni con romano, que es el arte de la antigua Roma, ni con romántico, que es una corriente artística posterior que floreció al comenzar el siglo xix.

El arte románico fue esencialmente arquitectónico y creó nuevas formas de monumentos para iglesias y monasterios. La escultura, durante el predominio del arte románico, revistió carácter decorativo complementario. Sus imágenes, simples e ingenuas, recuerdan el arte bizantino en el alargamiento de las figuras y los pliegues de los vestidos. La escultura de relieve fue utilizada para la decoración de la fachada y frontones de las iglesias.

Las catedrales francesas de los siglos xii y xiii atesoran las expresiones más acabadas de la escultura románica, pero la obra más notable de este período es el Pórtico de la Gloria, en la catedral de Santiago de Compostela, en Galicia (España), del siglo xii, atribuida al Maestro Mates, cuya estatuilla figura al pie del pilar central del pórtico. La piedra se encuentra suavemente policromada, y en la actitud de cada personaje y la expresión de sus rostros podemos apreciar el genio del artista románico, que empieza a alejarse del hieratismo del período anterior ofreciéndonos un monumento lleno de vida y emoción.

La pintura románica fue complementaria y decorativa; los muros de los templos fueron decorados con pinturas al fresco de colores sobrios y oscuros, e imágenes estilizadas, aún de influencia bizantina.

En el arte románico comienzan a aparecer elementos monstruosos, tales como gárgolas y quimeras, seres imaginarios cuyas deformaciones infunden temor, y que con posterioridad tanto aprovechó el arte ojival.