Carácter del siglo XIX, el realismo prefiere reproducir a la maturaleza


Si es difícil ordenar estrictamente en escuelas a los pintores del siglo xix, hay, en cambio, en todos ellos un denominador común: el realismo. Toda esta centuria fue realista, entendiendo esta expresión como la tendencia que consiste en reproducir la Naturaleza tal cual es o tal como cree verla, aun con lo que puede tener de feo o de vulgar. Lógicamente, no todos los cuadros del ochocientos son realistas del mismo modo. Algunos lo son por su tema, otros por su ejecución. El pintor Luis David (1748-1825), gran maestro del academicismo, pintor de mitologías y de historia antigua, aunque admite una vez un tema realista en su cuadro Marat asesinado, conserva siempre su técnica académica y su colorido alejado de la realidad. Y aun los pintores que reaccionaron contra el "davidismo", que fueron los románticos, empezaron a ser realistas por los temas. Antonio Juan Gros (1771-1835) pintó a Napoleón, a sus soldados y batallas. Juan Luis Géricault (1791-1824), llamado "hombre de a caballo", pintó apasionadamente animales, escenas de guerra y de hipódromo, y como tomaba apuntes del natural, se veía obligado a iluminar su paleta con colores vivos y verídicos. En su célebre cuadro La balsa de la Medusa, no sólo el tema es realista sino también la ejecución. La soltura del dibujo y la originalidad del colorido constituían en ese tiempo un lenguaje pictórico nuevo, muy diferente del pulcro y grisáceo lenguaje académico. Es Eugenio Delacroix (1799-1863) quien llevó al grado máximo de desenvoltura y esplendor este nuevo lenguaje, de modo que tanto por los temas de sus cuadros (Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi, La batalla de Poitiers, Mujeres turcas en el bafio, etc.) como por la novedad de sus pinceladas fue el más completo opositor de la academia y bastaría su obra para señalar la vuelta a una visión más inmediata de la realidad.

Muy pronto, sin embargo, la actitud realista producirá obras bien diversas de las románticas. Teodoro Rousseau (1812-1867), Juan Francisco Millet (1815-1875) o Juan Bautista Corot (1796-1875) pintan escenas contemporáneas, pero ya no de guerras ni triunfos imperiales, sino escenas campesinas, bosques umbrosos o ambientes típicos de las ciudades. Honorato Daumier (1808-1879) y Gustavo Courbet (1819-1877) son realistas populares y ciudadanos, y prefieren los temas de cafetines, bares, personajes políticos. Otros realistas se orientan hacia la interioridad del hombre (Monticelli, Carriére, Fantin-Latour, Puvis de Chavannes, etc.), pero tanto éstos como los anteriores nos acercan a una notable reacción de la pintura que ocupará la segunda mitad del siglo xix y cuyos efectos han llegado hasta nuestros días: el impresionismo.