Nacimiento y triunfo del exaltado romanticismo
Beethoven abre el siglo xix resumiendo en sí mismo todo el pasado clásico de la centuria anterior con el futuro romántico del nuevo siglo, motivo por el cual es considerado como puente entre ambas estéticas.
Su maravillosa música, que abarca los géneros más diversos, de la sonata a la sinfonía y de la ópera al oratorio, no es ya el simple resultado de irías leyes o normas inamovibles, sino la consecuencia lógica de una inspiración en la que brilla el sello inconfundible íntimo del genio. El arte de Beethoven se caracteriza por la fuerza expresiva, y el marcado dinamismo del esquema estructural está basado en una muy rica y sólida combinación armónica.
Junto a Beethoven, tres grandes figuras enteramente románticas: Franz Schubert (1797-1828), Félix Mendelssohn Bartholdy (1809-1847) y Roberto Schumann (1810-1856), resucitaron y reverdecieron la antigua forma del lied, composición breve para piano y canto, de hondo subjetivismo, resuelta a veces en forma cíclica, como lo hizo Schubert en el Canto del cisne o el Viaje de invierno, por ejemplo.
Mendelssohn es autor también de dos oratorios, y Schumann, el más romántico de los tres, dedicó al piano gran parte de su producción, de la que sobresalen algunas suites descriptivas como el Carnaval, Escenas infantiles o Escenas del bosque.
La expresión más definida dentro de la escuela romántica está representada por Federico Chopin, polaco de origen y francés de adopción a causa de los disturbios políticos de Polonia. Su torturado espíritu, consecuencia del mal que lo aquejaba y del pesar provocado por la patria sometida, se refleja en una producción casi exclusivamente pianística y profundamente subjetiva que expresó en lenguaje universal.
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