Particularidades de la pintura y la escultura egipcias. La decoración
Los egipcios fueron maestros en e] arte de la decoración, así como en arquitectura fueron los primeros que dieron una armonía exterior a las construcciones. Las paredes y techos de templos, palacios y tumbas aparecen totalmente cubiertas con relieves y pinturas simbólicas o tomadas de la realidad; pájaros, animales varios, flores, hombres y dioses alternan con diseños geométricos y jeroglíficos que denotan gran maestría y extraordinario dominio del arte.
En pintura usaron colores brillantes que han perdurado con nitidez asombrosa. Las inscripciones jeroglíficas no sólo contribuyeron a enriquecer los motivos ornamentales sino que. como se ha dicho, revisten incalculable valor histórico, porque después del desciframiento e interpretación de Champollion y de los que siguieron sus huellas, se han podido reconstruir períodos oscuros de la historia de Egipto.
Pinturas y relieves fueron realizados de modo que no producen la ilusión óptica de la profundidad, puesto que la perspectiva que usaban los egipcios era distinta de la perspectiva cónica que conocemos nosotros. Aquella consistía en representar las cosas más alejadas sobre las cercanas, y no detrás de éstas. Tampoco ayudaban a dar relieve con juegos de luces y sombras, pues aplicaban colores planos respetando las dos dimensiones de la superficie pintada. Además, las figuras humanas no eran dibujadas anatómicamente, como correspondería, sino de acuerdo con la llamada ley de la frontalidad, que reproduce los personajes totalmente de frente con lo.; pies y la cabeza de perfil, pero con los ojos mirando hacia adelante.
Las escenas fueron tomadas de la vida diaria, de las campañas faraónicas, de las ceremonias religiosas o de los ritos funerarios, aunque a veces reproducen también escenas bucólicas, de festines o cacerías. Cuando en ellas aparece el faraón, lo representan en gran tamaño frente a las imágenes menores de sus propios familiares y sus súbditos. Con ello los egipcios dieron una idea del elevado concepto que tenían de la jerarquía.
Tanto la pintura como la escultura egipcias se distinguen, además, por la hierática quietud de sus figuras, que reflejan una tranquilidad y un reposo propios de quienes saben esperar. La IV dinastía, que mandó levantar las grandes pirámides, señala también el apogeo de la escultura. Su expresión más clásica es la Esfinge, famosa estatua que tal vez represente al dios solar Harmachis con cuerpo de león. La más famosa está situada delante de las pirámides de Kefrén y de Micerino, tallada en un solo bloque de piedra, con excepción de las manos, es de una simplicidad admirable que contrasta con la majestuosidad de su tamaño. Se levanta imponente en medio de las arenas del desierto, que a veces, a impulsos del viento, la cubren hasta el pecho.
Entre las estatuas de esta época se destacan, además, las de los faraones Kefrén y Micerino, la de la esposa de este último y, sobre todo, el tan conocido Escriba Sentado que, con las piernas cruzadas y un papiro sobre las rodillas, se conserva como una reliquia en el Louvre.
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