EL ARTE ANTIGUO EN EL CERCANO ORIENTE
Entre 1833 y 1837 un joven oficial del ejército inglés, sir Henry Rawlinson, se encontraba de servicio en la India. En sus frecuentes recorridas por las grandes rutas que unían el Asia Central con la Mesopotamia, por donde se realizaba entonces el tráfico entre el Este y el Oeste, le llamó la atención, frente a una de ellas, el precipicio casi inaccesible de Behistún, con una majestuosa roca desnuda que se levantaba a unos trescientos pies sobre el nivel del suelo y cuyos picachos desaparecían entre la nieve y las nubes, en tanto las aves revoloteaban alrededor de ella. Frente a su titánica presencia, Rawlinson sintió la grandeza de la estructura imponente, a la que quiso dominar. Jugándose la vida, gateó por la roca hasta llegar a su cima. Allí le esperaba una nueva sorpresa cuando en la superficie de la misma vio esculpidos magníficos relieves seguidos por una serie de signos en forma de cuña que probablemente querían explicar su contenido. En 1844 escaló de nuevo la roca y, con una paciencia digna de elogio, logró copiar la inscripción, que había sido realizada en persa, elamita y babilonio.
La roca de Behistún, o Besitún, que habría deshacerse tan famosa por sus inscripciones, está enclavada, coma hemos dicho, en el Asia Central, en el Irán. Las surgentes de agua convirtieron aquel lugar en un alto obligado para el descanso de las caravanas que iban de Ecbatana a Babilonia, las capitales más importantes de los antiguos reinos mesopotámicos.
Los estudios efectuados por Champollión sobre la escritura jeroglífica de los egipcios y el éxito alcanzado en ese sentido, despertaron el interés de quienes intentaban hacer otro tanto con la escritura cuneiforme, cuyos signos tenían forma de cuña. El mismo Rawlinson, después de pacientes investigaciones, pudo revelar el misterio de la Roca de Behistún, en la que estaban esculpidas las figuras de Darío el Grande, rey de los persas, y de los rebeldes que sometió en el desierto, seguidas por una larga inscripción con el relato de los principales acontecimientos de su reinado. Este documento desempeñó un papel mucho más importante del que le había asignado el Gran Rey, pues sirvió de base para encontrar la clave que permitió descifrar la escritura cuneiforme, con las ventajas que es de imaginar para las investigaciones históricas.
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