Algunos discípulos de los Bellini que más se destacaron


Uno de los primeros que siguieron las huellas de los Bellini fue Víctor Carpaccio, natural de Istria (1450-1526). Sus colegas tomaban sus motivos de los libros paganos, pero él, en cambio, se inspiró en historias reales tomadas del natural. Sus cuadros reproducen vida y acciones de santos y otros hombres. Estos trabajos, realizados con la mayor perfección, fueron concebidos para despertar un estado de ánimo y no un simple placer visual.

Otro gran artista adquirió fama entonces: Giorgione, que fue el principal discípulo de los Bellini. Así como Giotto perfeccionó en la escuela florentina los cambios introducidos por su maestro, Cimabue, del mismo modo Giorgione perfeccionó la técnica de los suyos. El mérito de este artista estriba no sólo en haber embellecido la ciudad con sus hermosos lienzos y frescos, sino en haber influido entre los demás pintores de su época.

En Giorgione (1477-1510) aparece ya el juego de luces y la riqueza del colorido que distinguió a la escuela veneciana. Supo apreciar en toda su fuerza el encanto de la belleza natural, y es uno de los primeros artistas que dieron al paisaje tanta importancia como a los personajes. En sus cuadros no hay nada del ascetismo de otras escuelas italianas ni de la austeridad de sus propios maestros. Era un enamorado de los encantos de la vida veneciana, saturada de color, aureolada por el sol y enmarcada por el encanto del mar.

Giorgione murió a los treinta y tres años y hoy sólo quedan de él una docena de cuadros, entre los cuales se destaca uno que tituló Pastor tocando la flauta, expuesto en el Hampton Court de Londres, y una encantadora Fiesta campestre, conservada en el Louvre; a ellos debemos agregar una Virgen María con el Niño Jesús y los Santos, obra que se halla en la iglesia de Castelfranco.