Antonio Nariño, precursor de la independencia
Antes que otro alguno, surge el nombre de Antonio Nariño, el precursor por antonomasia, nacido el 9 de abril de 1765 en la ciudad de Santa Fe de Bogotá.
A la edad de veinte años, y dueño ya de regular fortuna, adquirió Nariño en el extranjero una imprenta, y recibió también ejemplares de la constitución de Filadelfia proclamada por los libertadores de Estados Unidos de América; y ya no pensó en otra cosa que en imponer esa constitución en el Nuevo Reino.
Con motivo de haber hecho circular subrepticiamente su traducción de la Declaración de los Derechos del Hombre, el gobierno español de la colonia resolvió reducirlo a prisión y mandarlo a España para que los ministros del rey resolvieran la sentencia; pero una noche, ya cerca del puerto español de Cádiz el barco que lo conducía, saltó Nariño a una barca de pescadores, ganó la costa y, disfrazado de arriero, llegó hasta Madrid.
Bajo el falso nombre de Antonio Ortiz, pasó Nariño a Francia, no como fugitivo sino como representante del Nuevo Reino de Granada que pedía el apoyo de Francia. Se entendió con Tallien, conoció los proyectos del venezolano Miranda, y se trasladó luego a Inglaterra, donde expuso sus planes al ministro Pitt. Se lo escuchó, pero no obtuvo respuesta favorable.
Regresó a Santa Fe de Bogotá, desafiando las iras del gobierno español, y, detenido, fue nuevamente reducido a prisión. Transcurrieron varios años (1798-1802); desmejoraba a diario la salud del prisionero, y por fin aparecieron violentos síntomas de tuberculosis. Los médicos oficiales confirmaron su terrible enfermedad, y se le destinó por cárcel una casa de campo cercana a la ciudad. Al hallarse otra vez entre los suyos, se fue recuperando. En 1806 vino el fallo absolutorio de la corte.
Ya sin centinela que lo vigilara, reapareció el revolucionario: en casa del doctoral Rosillo y Meruelo, debatía planes subversivos. Denunciados traidoramente, Nariño fue de nuevo reducido a prisión en 1809, y una madrugada de noviembre se lo condujo a Cartagena con objeto de trasladarlo a Puerto Rico para ser decapitado. Pero la hora de la liberación había llegado; el gobernador español de Cartagena fue depuesto, y Nariño, recuperada su libertad, pudo regresar a la capital en 1810.
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