Los corsarios, piratas e invasores ingleses atacan a Cuba en busca de tesoros
Las noticias exageradas sobre los países fabulosos descubiertos en el Nuevo Mundo atrajeron no sólo a aventureros españoles, sino que, so pretexto de las rivalidades de España con las demás naciones, aparecieron en las costas antillanas primeramente, y luego por las del continente, ladrones de mar que asaltaban las islas por los lugares en que estaban situadas las poblaciones más prósperas, pasaban a cuchillo a los habitantes y robaban cuanto podían. Estos salteadores eran ingleses, franceses, holandeses y dinamarqueses. Sus ataques eran terribles, a sangre y fuego, y cuando iban contra una posesión española, después de matar a sus habitantes y saquear las casas, se apoderaban de aquel territorio a nombre de la nación a que pertenecían, como sucedió con Jamaica, Haití y otras. Se ha querido establecer diferencias entre corsarios y piratas, exculpando hasta cierto punto a los primeros por el hecho de que eran marinos autorizados por el gobierno de sus respectivas naciones para combatir con la escuadra española en sus colonias; pero, como el fin que todos perseguían era el robo, y las atrocidades que cometían para conseguir sus propósitos eran igualmente inhumanas, autorizados o no, sus atropellos los sitúan a unos y a otros en el mismo nivel delictivo.
Desde un principio Cuba fue lugar predilecto de piratas caribes y europeos; los primeros fueron sometidos y acabados prontamente. Innumerables fueron los corsarios y piratas que asaltaron la isla a causa de la fama de su fertilidad y su riqueza aurífera. En 1537 apareció el primer corsario de nacionalidad francesa, que incendió y saqueó el caserío e intentó apoderarse de una carabela española. Desde entonces no cesaron los ataques de los corsarios, y la impunidad de que gozaban fue absoluta hasta casi cien años después, cuando el gobernador Francisco Venegas armó una escuadrilla, para cuyo sostenimiento creó un impuesto especial. A pesar de los trabajos efectuados por varios gobernadores para procurar la defensa de la población, los piratas saquearon a Puerto Príncipe y Santiago. Henry Morgan, inglés, volvió a saquear a Puerto Príncipe, y Legrand, francés, asaltó a Sancti Spiritus. Los piratas ingleses y franceses estuvieron acuartelados en la isla de San Cristóbal varios años, hasta que una escuadra española los expulsó. De allí se trasladaron a la isla de La Tortuga, de la que se apoderaron y constituyeron en el baluarte de sus correrías y el almacén de sus botines, y de donde fueron desalojados cinco años después por Bitrián de Viamonte. No bien la política trajo la alianza de España, Holanda e Inglaterra, desapareció la piratería, y lord Neville, en 1697, expulsó a todos sus miembros de la Armada inglesa.
La ardua empresa de abatir y acabar con la piratería redujo a Cuba a un estado lamentable. Al finalizar el siglo xvii, la isla tenía solamente unos treinta o cuarenta mil habitantes. Muertos gran parte de los indios, diezmados los colonos, escasa la inmigración, una producción mínima, ninguna industria, rivalidades en el gobierno y leyes tiránicas, trajeron como consecuencia el caos que reinaba en Cuba. Con motivo de la llamada Guerra de Sucesión (por la sucesión del rey Carlos II de España), en la que contendieron Francia y Austria, a las que se aliaron Inglaterra y Holanda, volvieron los ingleses a Cuba. En el año 1702 desembarcó en Casilda el inglés de Jamaica, Carlos Gaut, y luego Graydon y Walker se presentaron con dos escuadras inglesas en La Habana en son de guerra, pero fueron rechazados. Sucesivamente la escuadra inglesa, al mando del almirante Hossier, amenazó a dicha ciudad; el almirante Vernon desembarcó en Guantánamo, acampó, hizo defensas y empezó a fundar la ciudad de Cumberland. El rigor del clima, la falta de alimentos y otras causas le hicieron desistir de su idea; el almirante inglés Knowles fue puesto en fuga, en Santiago de Cuba, por la escuadra española que comandaba Reggio. Aunque en este combate no hubo vencedores ni vencidos, la ventaja estaba del lado de España al firmarse los preliminares de paz entre ambas naciones beligerantes. No obstante, los ingleses volvieron sobre la isla con motivo del Pacto de Familia celebrado entre España y Francia. Se calcula en unos 200 barcos ingleses, procedentes de Inglaterra y de sus posesiones antillanas, los que se dirigieron a La Habana, al mando del almirante Pocock y de lord Albemarle. Ante un impacto de esa naturaleza, de nada valió la desesperada resistencia de casi dos meses que presentó la guarnición de la ciudad, a la que dominaron casi un año: el 6 de julio de 1763 la devolvieron a España a cambio de la Florida.
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