Lo que debemos a los sabios del siglo XX
El siglo en que vivimos ha sido llamado el siglo de las maravillas. En menos de 50 años el mundo ha sufrido cambios tan profundos que lo harían irreconocible para cualquiera de nuestros antepasados. Si bien durante toda su historia el hombre ha tratado de arrancar a la Naturaleza sus secretos, nunca lo logró con mayor extensión y profundidad que en los últimos 50 años. ¡Qué lejano nos parece el tiempo del tranvía de caballos, del alumbrado de gas, de los lentos y estrepitosos automóviles de principio de siglo! Hace apenas 100 años un escritor francés escribió un libro que tituló La vuelta al mundo en 80 días. A los hombres de su tiempo eso les pareció solamente una entretenida fantasía para niños. ¡Hoy, modernos y cómodos aviones pueden circunvolar el mundo o recorrer la distancia equivalente en menos de cuatro días!
Desgraciadamente, no siempre recordamos a quienes debemos todo esto. La tarea de los hombres de ciencia es silenciosa, tenaz, sacrificada. Alejados de toda propaganda, cumplen su tarea con fe y entusiasmo. Es a su inteligencia brillante, a su desinterés poco común, a su tesón sin límites, a los que debemos todas las grandes ventajas de que gozamos.
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