Las distancias desaparecen y el mundo entero está al alcance de la mano
Desde esas fechas no tan lejanas, las condiciones de los vuelos en avión han cambiado radicalmente. Hoy el mismo vuelo a Nueva York se puede hacer por múltiples rutas, con escalas en todos los países de los respectivos itinerarios, siempre dentro del día; o se puede volar directamente, con sólo dos escalas, en pocas horas. Todos estos logros, que parecen maravilla, pueden quedar superados en cualquier momento ante nuevos avances espectaculares que ya se planean y vislumbran en el horizonte de la aeronáutica.
Pero sea lo que fuere de este mañana, lo cierto es que el mundo se ha hecho ya pequeño. El avión borra las distancias; pone el “confín del mundo” delante de nuestra puerta; nos conduce a las capitales del otro extremo de la Tierra, y se une a los transportes locales para hacernos penetrar en los rincones más apartados, en el seno de civilizaciones milenarias, en el corazón de la soledad y del silencio.
Para llegar a estos resultados, ha sido necesaria la constitución de vastas organizaciones, extendidas por toda la Tierra, y fruto de una estrecha colaboración de la técnica, de las comunicaciones, de las finanzas y de los gobiernos. No es sólo el avión que vuela el que aquí cuenta para hacer posible el milagro de las alas tendidas sobre todos los cielos; se requiere que los ojos del radar estén abiertos, vigilantes, que los oídos de la telefonía se mantengan constantemente alerta, que el cerebro de las torres de control coordine sin descanso los múltiples datos que recibe, e imparta constantemente su información a los aviones que llegan al aeropuerto y de él parten. Datos meteorológicos, conocimiento de la posición de los aviones en tránsito, aprovisionamiento de combustible, facilidades de reparación, comodidades para el descanso de las tripulaciones, etcétera: sin todo esto no surcarían los aires enjambres de aviones que transportan millares de pasajeros.
Las compañías de aviación, de acuerdo con las agencias de viajes, han estudiado, además, todos los problemas, los deseos, las necesidades del posible pasajero aéreo. Gracias a esta organización cuyos recursos son prácticamente ilimitados, el viajero dispone de amigos en cualquier parte del mundo. Dondequiera que vaya será esperado y hallará un amigo dispuesto a atender sus deseos. Se puede, pues, viajar de acuerdo con los sueños, con los gustos, con los medios de cada uno, solo en un grupo, guiado o independiente, hacia el Norte o hacia el Sur, en búsqueda del sol o de las nieves, de la soledad o de la agitación de las grandes ciudades modernas. Finalmente los medios económicos, aun los modestos, no son tampoco un obstáculo. En efecto, una vez elegido el país que se quiere visitar, se puede decidir, entre un muestrario de precios para cada circuito y destino, por el que más se acomode a la situación personal. Además, gracias a un sistema de crédito sumamente simple, los pagos se pueden repartir en varios meses de acuerdo con las respectivas posibilidades. En verdad, el progreso técnico de la aviación y el perfeccionamiento de las organizaciones han hecho del avión el medio de viaje más simple y más práctico. Las distancias han sido vencidas; las barreras, derribadas. El mundo es nuestro. Animémonos, pues, y recibamos nuestro bautizo aéreo.
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