Existen depósitos de oro en todos los continentes


La investigación del origen de este rico presente nos enseña gran parte de la pasada historia del globo. Lo hallamos en el lecho de los arroyos y de los ríos que corren muy lejos de su primitivo cauce. Ha sido hallado juntamente con porciones de otro material que tiempo ha formó parte de una montaña, desmenuzado por la lluvia y por el viento, por la escarcha y por el calor. El material con que estaba mezclado, desapareció; pero el oro, por ser mucho más pesado que él, se fue sumergiendo en el lecho de los ríos, en donde quedó para ser buscado ansiosamente, y hallado al fin, después de siglos y siglos de reposo.

Hallamos también oro en parajes secos por donde antiguamente pasó algún río. En estos puntos se encuentran gruesas pepitas. Una de ellas, a la cual se dio el nombre de “pepita bienvenida”, que pesaba aproximadamente 83 kilogramos, fue descubierta en terrenos semejantes, por unos pobres trabajadores que habían emigrado en busca de fortuna al sur de Australia. En las rocas no se encuentra el oro en tan gruesas masas; por lo contrario, está sólo depositado en vetas o gangas, así que para extraerlo es preciso barrenar las rocas y triturarlas.

Lo extraño es que el oro, que en otras edades fue arrastrado por las aguas de los ríos, se descubra ahora en la cima de las montañas, a mucha distancia de toda corriente. La razón es sencilla. Muchos siglos atrás se dio no pocas veces el caso de que un río, que llevaba las ruinas de otras colinas todavía más antiguas y con ellas grandes cantidades de oro junto con otros metales, se desbordara sobre colinas más recientes, se abriese paso por medio de ellas, formase un valle y excavase su curso al pie del mismo, facilitando que el oro se introdujese en las rocas que coronábanlos picos y que el agua había dejado completamente intactas.

Más tarde, con el devenir de las edades, los ríos llegaron a tener un curso enteramente nuevo, al punto que algunos corren actualmente en ángulo recto al que antes seguían.