El gran problema que tuvo la cartografía
Por fin, lo que los griegos supieron y sospecharon los hombres inteligentes de la Edad Media quedó confirmado: la Tierra era redonda, pues Elcano había dado la vuelta al mundo marchando siempre hacia el Oeste. Los cartógrafos quedaron perplejos: ¿cómo representar la redondez del globo terráqueo en una hoja plana de papel? Para comprender mejor esta dificultad, hagamos lo siguiente: tomemos una hoja de papel plateado o de estaño, de ése con que se suelen envolver los chocolates o los cigarrillos. Pasémosle la mano de manera que quede perfectamente lisa y tratemos luego de adaptarla a la superficie de una naranja o una pelota. Veremos que es imposible hacerlo sin arrugar el papel. La mejor manera de evitar esta dificultad sería tomar una pelota suficientemente grande, o, lo que en el fondo es lo mismo, un trozo de papel pequeño. Algo parecido sucede con los mapas: la Tierra se resiste a ser representada sin deformaciones en una hoja de papel, a menos que dibujemos regiones que abarquen poca superficie. No hay solución ideal, todos los mapas tienen alguna desproporción. Claro está que, si abandonáramos la representación en hojas planas, podríamos reproducir a la Tierra mediante esferas de metal, cerámica u otro material cualquiera. Pero esto tiene también su inconveniente: nunca vemos sino la mitad de la esfera, de un solo golpe de vista. Por todas estas razones se procuró hallar el mejor medio para representar a la Tierra. Pero dejemos a los cartógrafos de la época ocupados en; esa búsqueda y veamos qué otras novedades influían en los mapas.
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